Hotel Coppelia (crítica)
La Guerra de Abril parece, hoy en día, un retumbo de cañón que todavía no ha posibilitado crear un contenido ideal para una narrativa fluida de los acontecimientos que acompañaron a la gesta y de sus personajes más representativos.
Dentro de la misma literatura dominicana se han dado unos ejemplos como si fuera una epopeya, una gesta vencida y no propiamente de la heroicidad en sí, más bien historias que aluden a aquel acontecimiento histórico.
En este caso el poeta, novelista, ensayista, crítico literario y educador, Manuel Matos Moquete, ubica un grupo singular de novelas dominicanas que han tenido a esa gesta de abril como trasfondo histórico para hablar, a manera tangencial, de los entresijos del acontecimiento.
El ensayista menciona a `De abril en adelante´, de Marcio Veloz Maggiolo (1975); `Los acorralados´, de Felipe Collado (1980); `La otra Penélope´, de Andrés L. Mateo (1982) y `Curriculum´, de Efraín Castillo (1982).
De estas referencias manifiesta que: “la guerra de abril es sólo un trasfondo exterior, causal a veces, metafórico otras veces, circunstancial, contextual; es la guerra evocada, la guerra narrada o referida por múltiples filtros discursivos, la guerra imposible de narrar”. (Diario Libre 18 de abril de 2015).
Incluso se puede incluir la novela `Vendaval´ (1986) de Alberto Vásquez-Figueroa quien vivió todos estos acontecimientos muy de cerca, ya que fue enviado especial del diario La Vanguardia de Barcelona.
Ahora bien, si para Moquete ese “abril circunstancial” se muestra como un trasfondo en la literatura, en el cinema dominicano los intentos por esclarecer y dibujar ese contexto histórico es un terreno inexplorado, aún sin posicionamiento fílmico.
Por lo menos, “La otra Penélope” ha sido transcrita al terreno cinematográfico por el cineasta Bladimir Abud como un primer intento de hurgar en el evento bélico, teniendo el punto de vista del autor y la capacidad interpretativa del director.
Ahora bien, con “Hotel Coppelia” se podría estar hablando de una revisión de la gesta de abril, más no es así. El contexto histórico también se muestra como un trasfondo, una ficción dentro de otra ficción. Una justificación para ubicar un burdel en medio de la contienda bélica y echando suerte a unos personajes y situaciones que allí se concentran para nadar entre la nada.
En ese burdel frente al Malecón llamado Coppelia, es donde todo se concentra como un humo asfixiante que traspasa la vida de unos personajes que viven y perviven, obligados a cooperar entre sí para ayudarse en la carga existencial que pesa en cada uno de ellos.
No es el burdel, por ejemplo, de Pedro Antonio Valdez descrito magistralmente en su novela “El carnaval de Sodoma” (2002) y llevado al cine por el cineasta mexicano Arturo Ripstein en 2006.
El burdel de Valdez es más onírico, satírico en la que sí existen una relevancia de los personajes y del ambiente, con una estructuración narrativa burlona, crítica y hasta sarcástica que engloba todo el sentido de escudriñar las bases de una identidad dominicana y posibilitar la deconstrucción de la sexualidad formal.
El burdel de José María Cabral, como propuesta en esta película, es de un mundo ficcional limitado; marcado por la construcción de personajes con una tipología arquetípica sin rebasar las complejidades y sin justificar sus convencionalidades.
Sus cuatro personajes principales, al menos que pueden ser diferenciados, están radicados en Judith (Lumi Lizardo), la dueña del hotel; Gloria (Nashla Bogaert), la huidiza muchacha que depende del trato y protección de Judith, y Betty (Jazz Vilá), un travestido homosexual refugiado en el hotel el cual ha dejado atrás su pasado en Cuba; y el de Tina Bazuca (Ruth Emeterio) una combatiente constitucionalista.
Los personajes de Judith, Gloria y Betty navegan por un plano de circunstancias llevando sus motivos por el mejor camino posible. En este caso Lumi, llevando la mayor parte de las riendas de la historia, empuja la credibilidad de su personaje hasta ciertas metas, presentándose, al principio, un poco mecánica, pero luego lo desarrolla apasionadamente al final de la película, amasando un conjunto de emociones que eleva la calidad de su personaje hasta extremos insospechados.
Entonces, siendo estos personajes productos de la ficción de Cabral, el de Tina responde más bien a un personaje establecido, ficha preponderante como combatiente en la guerra de abril. Agustina Rivas, mejor conocida por Tina Bazuca, era una combatiente de primera línea de la parte Norte de la ciudad de Santo Domingo.
Ahora, coquetear en esta ficción con un idilio lésbico apunta a un riesgo innecesario, hasta gratuito. Y no se trata del uso de esa “licencia artística”, es de mantener el perfil de un personaje real dentro de su propia historia y no distorsionar la situación. Y esto no es culpa de la excelente actriz Ruth Emeterio, quien trata de enfocarse en la voluntad de su personaje y en auscultar el perfil de una combatiente que posee ideas encontradas ante la situación que le toca vivir en el hotel, es del autor de esta historia que se escuda en una trama sin mirada personal, solo exponiendo momentos y entornos.
Al igual que las reiteraciones vagas de las escenas de sexo que, al tratar de justificarse, caen más bien en un terreno de ese “cine corporal, de excesos gratuitos y de un afán de convertir a las mujeres en recursos del fetichismo”, como definiera en su tesis la investigadora Martha Checo.
De todas maneras, ellos motorizan este drama desde sus distintas perspectivas en una narrativa dividida en tres partes. La primera, la presentación de los personajes y la dinámica que ocurre en el hotel y los servicios hacia los clientes a través de las prostitutas; la segunda, la intervención en el lugar de los constitucionalistas que gira la trama hacia un desvío que se intenta recuperar con una tercera parte que es la otra intervención de los marines norteamericanos en el lugar.
Estas tres fracciones no se superponen, se dividen por una línea trazada por el propio director José María quien intuye que su crónica apunta más a la visualización que las circunstancias de los personajes.
Su esteticismo de claro oscuro, de luces mortecinas y decadencia visual, obra de la fotografía de Hernán Herrera (El proyeccionista, Carpinteros), compensa mucho la narrativa y ayuda a poner en perspectiva el micro mundo que allí se estructura, donde todo se concentra en el hotel y en sus habitaciones, y donde el mundo exterior es un reflejo de la inestabilidad del momento histórico, manifestado con algunas escenas de batalla en las calles.
En “Hotel Coppelia” ha quedado plasmado esas ideas que revolotearon en la cabeza de su director, intentando encontrar su marca, su sello autoral a través de un tema histórico que queda navegando entre el deseo y la voluntad de superar sus propios límites.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
Título original: Hotel Coppelia. Año: 2021. Género: Drama histórico. País: República Dominicana. Dirección: José María Cabral. Guion: José María Cabral. Elenco: Nashla Bogaert, Lumy Lizardo, Cyndie Lundi, Jazz Vilá, Nick Searcy, Ruth Emeterio, Antonio Melanciano, Miguel Ángel Martínez. Duración: 1 hora 54 minutos.
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