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«Arrobá» y un pasado incierto

Alexis Valdés, Kenny Grullón e Irving Alberti, tres personajes entrampados en el tiempo.Bonter Films.

La segunda producción cinematográfica en largometraje de José María Cabral viene a hurgar dentro de un género derivado de la literatura fantástica y de ficción.

La ciencia-ficción posee sus características muy definidas. Aunque parte en muchos casos de la especulación y la imaginación, siempre posee su sustento en alguna teoría científica como, por ejemplo, los viajes en el tiempo.

Y es aquí donde Cabral se apoya para construir un relato que una los elementos esenciales del género con otro que ha sido siempre muy popular como es la comedia.

La combinación, en varios casos, ha dado muy buenos resultados. Volver al futuro (Zemickis, 1985) ha sido el ejemplo más emblemático dentro de la industria fílmica.

Por eso, cuando Cabral se enfrasca en una historia con estas características, siempre existe  un margen de error poco calculado que lo coloca a asumir ciertas debilidades.

El planteamiento básico de Arrobá  es contar la aventura de Pedro, Samuel y Pilón quienes deciden robar juntos un banco para solucionar sus problemas personales, pero en su primer intento las cosas no salen como las planificaron.

Esto los obliga a recapacitar y urdir un nuevo plan. Pero dicho plan es más descabellado de lo que parece. A Pedro, el científico del grupo, se le ocurre diseñar una máquina del tiempo para volver al mismo banco y tratar de hacer el trabajo con mejor resultado.

Lo que se desprende de este accionar es lo que conduce al filme por un camino que intenta producir hilaridad apoyado en las acciones del grupo y en las posibles ventajas que ofrece la historia.

Cabral no provoca nada original, aunque su propósito es una situación fresca dentro del cinema dominicano, al plantear un cuento que sortea varias épocas de nuestra historia reciente.

Al obligar a los personajes a ir hacia atrás en el tiempo tiene que adecuar cada toma y producción con el estilo epocal, donde el banco es la plataforma geográfica vital.

Esto es logrado con una economía de recursos que obliga a José María a tomar decisiones muy puntuales de qué es lo que desea retratar.

Su mayor reto se da cuando dibuja la época trujillista con la aparición del mismo dictador (encarnado con giros puntuales por Giovanni Cruz). En esta parte, el filme modifica su estructura narrativa, que apuntaba siempre a la comedia, para hacer una farsa de la misma época.

La dimensión, entonces, traspasa más allá del tiempo pasado para retocar un futuro imaginario donde el dictador se hace cómplice del mismo caos que vive la ciudad. La escena del espectáculo televisivo revela mucho de esto (con un Félix Germán al mejor estilo de Willy Wonka).

Quizás ahí resida la crítica que desea plantear el propio director y guionista, haciendo una mofa del propio dictador y señalando la ironía social que reside en el mismo personaje.

El valor de producción del filme está determinado por su mismo concepto como, por ejemplo, el diseño de la máquina del tiempo que, quizás, no compensa con la idea de que se trata de una máquina capaz de realizar un propósito tan extraordinario y que ha sido fabricada con recursos tan pobres en materiales.

Las actuaciones toman el mejor lado posible para cargar con un argumento funcional hasta un cierto punto. La labor realizada por Irving Alberti (indefinido dentro del contexto), Kenny Grullón, Alexis Valdés, Hony Estrella (contrapunto femenino favorable) y Marcos Bonetti (con poco espacio para desarrollarse) es justificada por el valor de cada uno de los personajes le otorga dentro de la historia.

En este caso Kenny Grullón alcanza un nivel de histrionismo que juega con su personaje hasta manifestarlo orgánico y empático con el público. Ese científico loco se convierte en el más cuerdo y en el sustento actoral del filme, en contrapartida con el personaje de Alexis Valdés que presiona su cubanismo para sacar la risa en el momento necesario, aunque con algunos espacios poco controlados.

En términos generales, Arrobá posee su valor cinematográfico en la apuesta de género que hace José María Cabral y en la trayectoria de un realizador que cada vez está encontrando su estilo narrativo para mejorar sus futuras apuestas.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

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