«Vamos de robo», los millones perdidos
SANTO DOMINGO.- La justificación por la cual se sigue haciendo cine de comedia en el país es porque es el género más rentable con que cuenta la cinematografía dominicana.
Las primeras aportaciones justificaron eso mismo. Y a partir de ese momento este cine (que muchas veces nos duele), ha producido más de una decena de títulos que han establecido parámetros industriales a través de la exploración de distintas fórmulas para hacer reír.
Y dentro de todo este proceso las principales figuras populares de la televisión también han aportado sus cuotas, unas buenas y otras mediocres, con el fin último de permanencia en el medio.
A todo esto hay que entender el tipo de comedia que produce Roberto Ángel Salcedo (Robertico), curtido en la televisión y con intentos erróneos en el campo del teatro, quien extiende su oficio hacia un medio que poco entiende.
El cine de comedia que ha protagonizado y que ahora con Vamos de Robo solamente asume el rol de dirección, va por los mismos presupuestos argumentales que han caracterizado toda su producción fílmica.
En el filme son apreciables los mismos roles que le gusta escribir: el de los tontos útiles y las mujeres aminoradas. Ese universo se concretiza una vez más dentro de un relato donde él plantea un objetivo final sin importar los absurdos presentados en el camino.
En Vamos de Robo existe, entre los roles principales, la presencia de Michael, Pedro, Mateo y Antonio quienes se desempeñan como encargados del departamento de fiscalización de un banco.
Una noche, la institución, es objeto de un robo de 150 millones de pesos de la bóveda. Por un trabajo nocturno que ellos desempeñaban en el banco, son acusados inmediatamente del robo.
Esto vuelca la historia hacia una serie de situaciones de persecuciones y de investigaciones que van moviendo la trama hacia puntos mal hilvanados e insensatos.
Para esto, también se apoya en las características de los personajes que van cumpliendo su oficio funcional dentro de la trama. Michael (Fausto Mata), es el presionado marido por su esposa embarazada, Mateo (Manolo Ozuna), un pusilánime esposo que evita tener cualquier problema con su mujer, Pedro (Anthony Ríos), un ludópata que todo lo relaciona con la suerte del juego y Antonio (Carlos Sánchez), el celoso e inseguro marido que siempre está creyendo que su esposa lo puede traicionar.
De esta manera se juega un juego de comedia que lamentablemente traiciona la misma apreciación que uno pueda tener de las comedias hechas en República Dominicana. Su trama evoca la falta de interés de superar los escollos que han retrancado la evolución de las mismas, con situaciones absurdas y diálogos terriblemente repetitivos hasta el cansancio.
Su aspecto técnico, con varias posiciones de cámara aéreas, no llega a aportar mucho, por su pobre basamento argumental. Y de las figuras que han hecho su carrera en el campo de la televisión, se ha evidenciado que no les interesa evolucionar y por eso maquillan sus rutinas dentro de unos personajes que son meras copias de sus presencias televisivas.
Lo que me queda de todo este panorama de comedia en el país es aguantar, sostenerme para no caer y esperar…solo esperar.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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