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El Blanco (crítica)

SANTO DOMINGO.- Independiente de aquellos que buscan el éxito de taquilla y la ansiedad por esa “marca país” que más bien huele a fábrica de zapatos que a huella de identidad, existe una preocupación de algunos cineastas locales de profundizar en las aristas de identidad de esta dominicanidad aún no resuelta en la pantalla.

Los más recientes ejemplos de estos están, posiblemente, en Andrés Farías Cintrón (Candela), Nino Martínez (Liborio) y Alejandro Andújar con “El Blanco”, de cuya película me ocuparé en esta crítica.

Andújar (El hombre que cuida, 2017) con “El Blanco” posiciona un discurso hiriente sobre la marginalidad y la ruralidad en que la mujer ocupa una posición de sumisión por las veleidades de un patriarcado que no le permite ir más allá de sus propios deseos y esperanzas.

Con “El Blanco” se permite auscultar, con un bisturí social, aquellas heridas aún frescas que tiñen la piel de enojo, pero a la vez de aceptación pues el cuadro dramático que presenta el autor trata de deslindar los motivos de cada personaje, aunque estos estén irremediablemente atados a la tradición y costumbre.

En este contexto existe Génesis (Judith Rodríguez), una mujer que, por poseer una piel más clara que lo habitual en el lugar, y que a través de esa misma tradición, es recomendada por su propio padre Rafael (Gerardo Mercedes) de convertirse en una especie de moneda de cambio para que se case con Sandro (Ettore D´ALessandro), un extranjero poseedor de una vasta tierra, en la que el color de su tez blanca es la garantía para “mejorar la raza” y crear una descendencia mejorada y con posibilidades de mejor éxito social.

Pero, como las desdichas siempre vienen acompañadas, en la vida de Génesis llega la visita de su hermana Mariela (Karina Valdez) quien ha dejado a su marido por los constantes maltratos, factor que Andújar aprovecha para colocar en una balanza los infortunios de ambas: una que trata de ser feliz con su parco marido, aunque esté pendiente el asunto de la descendencia, y la otra que por ser más oscura de piel que su hermana, trae un discurso de rebeldía y levantamiento personal.

Ambas actrices ofrecen en la pantalla dominicana un extraordinario duelo actoral de dos personajes que resumen el discurso simbólico de la muerte y el pecado, arrastrando cientos de años de un rito marginal que acondiciona cualquier aspecto de mejora de vida.

El filme se sitúa en un mundo agreste, apartado y marginal, limitado por una sociedad que juzga según el color de la piel, matizado por una imagen que restringe cualquier novedad de futuro promisorio para los personajes.

El trabajo de cámara de Pedro Juan López y la puesta en escena que define el autor, coloca el cuadro dramático con un posicionamiento de cámara fija, justa y con breves movimientos para permitir al espectador estar junto a ellos y experimentar sus descensos a la fatiga existencial.

De esta manera Andújar no rehúye a dejar establecido una premisa que puede ser objeto de discusión en los foros cinéfilos y en las charlas de mujeres que se ocupan de sintetizar lo que la mujer dominicana ha sido a través de la historia.

“El Blanco” realmente gravitará en la cinematografía local como un buen ejemplo de ese discurso que hurga en las entrañas de la idea moral de la mujer de campo y de su posición frente a sus propias aspiraciones.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

Título original: El Blanco. Año: 2021. Género: Drama. País: República Dominicana. Dirección: Alejandro Andújar. Guion: Alejandro Andújar. Elenco: Judith Rodríguez, Ettore D’Alessandro, Karina Valdez, Gerardo Mercedes, Alberto Samboy, Alexis Luciano. Duración: 1 horas 32 minutos

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“El Blanco” posiciona un discurso hiriente sobre la marginalidad y la ruralidad en que la mujer ocupa una posición de sumisión por las veleidades de un patriarcado que no le permite ir más allá de sus propios deseos y esperanzas.
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Felix Lora

Felix Lora

Periodista, crítico de cine, catedrático e investigador

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