Baches y absurdos en «Profe por accidente»
En el cine dominicano, paradójicamente, siendo el género de la comedia el más prolífico es donde menos se ha avanzado. Digo esto porque si analizo las comedias de los últimos cinco años siempre han adolecido de algo fundamental: el guión.
Los títulos que han antecedido a “Profe por accidente” han estado navegando por la misma ruta que este. Aunque algunos han podido mezclar lo popular con una trama que por lo menos tiene sus virtudes.
Roberto Ángel Salcedo desde que se tiró al ruedo cinematográfico con “Un macho de mujer” (Alfonso Rodríguez, 2006) ha estado proponiendo un estilo de hacer humor en el cine de acuerdo a su creencia particular.
De esta manera ha estado involucrado en cinco proyectos fílmicos de comedia siendo responsable de tres de ellos en la dirección.
“Profe por accidente” toma nuevamente a Roberto Ángel en el protagonismo para resolver la historia de Francisco, un joven que luego de ser cancelado de su trabajo como chofer del tren del zoológico, a causa de su constante propensión a la vagancia, ve cómo su mala suerte se amplía cuando descubre que un incendio ha reducido a cenizas todas sus pertenencias.
Este suceso lo obliga a buscar ayuda en su amigo Mon quien lo acoge en su casa, pero trayéndole dificultades con su vida cotidiana y hasta con su relación sentimental. Esta situación lo empuja a buscarle trabajo en el colegio bilingüe donde trabaja como profesor sustituto.
Una vez en este trabajo deberá sortear una serie de situaciones con los niños del colegio y con los demás empleados del centro.
Roberto Ángel peca de ingenuo al establecer un relato inconsistente de toda lógica, puesto que plantear que un joven que era chofer en un parque zoológico pudiera hacerse cargo como profesor en un centro educativo, es una premisa difícil de sustentar.
Las fallas del guión se presentan desde este mismo momento, puesto que el colegio que lo recluta no lo compele a mostrar sus certificaciones como profesor, dominio del idioma inglés y demás especialidades.
Este factor debe asumirlo el espectador como bueno y válido porque, sino, la trama se cae desde el principio.
La conveniencia de la historia, que Roberto trata de vender, es que por más absurda que parezca, la trama seguirá su trayectoria, derribando los baches para lograr la meta trazada.
Teniendo una presencia fundamental de niños dentro del elenco, estos se desperdician en el entorno y solo aportan algunas escenas hilarantes. Total desaprovechamiento de la frescura infantil en pos del reflejo anodino del personaje principal.
La presencia de Fausto Mata como “pie de amigo” del personaje de Roberto sólo tiene validez en la medida que su función actoral se mantenga en los niveles aceptables. Pero, para su desgracia, la exageración de su registro le impide establecer un modelo justo dentro de la trama.
Esta especie de “clown” desvirtuado desmonta toda posibilidad de verlo en su justa dimensión y al final resulta un personaje que, aunque empuja la hilaridad, abruma en demasía.
Lo destacable es el trabajo de Amaury Sánchez en la musicalización, cuyas piezas ayudan al desarrollo circunstancial de las escenas y la fotografía de Francis Adames que busca el mejor ángulo para establecer los parámetros necesarios en cada escena.
En términos generales, esta es una comedia donde el humor está más concentrado en la oralidad que en las situaciones, rompiendo toda posibilidad de ser realmente cinematográfica.
Como juicio final, propongo más comedias dentro de las propuestas cinematográficas locales, no me opongo a ellas, puesto que se debe evolucionar en este género.
Sin desmeritar lo alcanzado hasta el momento, tiene que haber mejoras sustanciales dentro del género. Sé que eso vendrá. Espero que sea pronto.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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