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Avatar: el camino del agua (crítica)

SANTO DOMINGO.- No es de dudar que Avatar (2009) revolucionó el apartado industrial correspondiente a los efectos visuales en una película. El método de captura de movimiento (motion capture, o motion tracking, o en su abreviatura mocap), consistente en que los movimientos de actores y de animales vivos, es trasladado a un modelo digital realizado en imágenes de computadora, fue indiscutiblemente llevado a otro nivel.

Y de eso se trata la industria del cine, una constante renovación en los apartados técnicos y científicos que hace de este arte uno de los más revolucionarios. Ahora después de trece años de espera de los ingentes esfuerzos de James Cameron, el público puede apreciar que tanto significó aquella primera entrega con respecto a sus propios avances y la articulación que en esta ocasión posee la historia.

El propio Cameron ha reconocido que era muy difícil estar a la altura de su predecesora, incluso la primera versión del guion que se tenía fue descartada por él porque no tenía todos los elementos necesarios que él consideraba debían de tener.

En esta segunda parte Cameron, junto a los guionistas Rick Jaffa y Amanda Silver (Dawn of the Planet of the Apes, 2014), han estructurado una historia que pretende alejarse del contexto de la primera y trasladar su historia hacia el mar, la obsesión marina del propio director quien se ha convertido en un explorador de las profundidades de los océanos costeando, de su propio bolsillo, largas expediciones.

Esto le ha permitido irse de la tierra de Pandora, pletórica de la más exuberante vegetación, hacia la inmensidad del océano para justificar una odisea familiar que pudiera adaptarse a los nuevos parámetros del relato, concentrándose en la historia de la familia Sully compuesta por Jake (Sam Worthington), Neytiri (Zoé Saldaña) y los hijos de ambos.

Ambientada más de una década después de los acontecimientos de la primera película, Avatar: el camino del agua lleva consigo los problemas de esta familia perseguida, las proezas para mantenerse a salvo, las batallas que libran y las tragedias que sufren.

Pero también trae los problemas de un guion que no responde a las mismas expectativas que se pudieran tener de la misma. En su apartado técnico esta ofrece una condición de excelencia visual sin superar mucho a su antecesora tratando de surcar los mismos escollos que pudieran afectar su desenvolvimiento, cambiando la frecuencia de los fotogramas oscilante entre 24 y 48 fotogramas por segundo según la dinámica de la escena para impulsar aún más la experiencia de inmersión.

Un primer acto es marcado por el éxodo de la familia en la que cada miembro carga con sus miedos y esperanzas. En las nuevas zonas son recibidos por los Metkayina quienes viven a lo largo de las costas de los océanos cuyos hogares se construyen en las raíces de árboles parecidos a manglares que se extienden por las islas. En esta nueva situación la carga de Neytiri no se siente tan guerrera como la primera y Sully se muestra como un padre exigente que desea sacar lo mejor que pueda de sus hijos. Y son estos hijos lo que cobran mayor relevancia en la historia siendo los responsables de introducir al espectador en este nuevo mundo.

Ya en su segundo acto, el filme se amplifica para explicar una serie de situaciones dentro del proceso de adaptación y aceptación de la familia Sully, situación que aprovecha el cineasta para hacer el mayor despliegue visual mostrando este nuevo universo como una especie de safari submarino para que el espectador se vaya acostumbrando a su color, fauna y contexto.

También recurre a las múltiples ideas ya tratadas por él en sus anteriores películas como una manera de afianzar sus propios conceptos estructurales de situaciones y personajes, ayudándole, en parte, a subsanar algunos inconvenientes de la historia.

La misma finge ser atractiva y novedosa, pero recurre a esos mismos presupuestos de la ciencia ficción como la clonación y el traslado post-mortem de la conciencia del coronel Miles Quaritch (Stephen Lang) el cual ve la inutilidad de su muerte cuando observa, con su cráneo en las manos, la expiración de la vida y el paso del tiempo (cual reflexión de Hamlet) que, independiente haya sido eliminado en su primera parte, ahora regresa como un Terminator (en autocomplacencia del propio director), no mostrándose como un ciborg, pero sí como un avatar cuya única misión es la de eliminar a Sully, líder de la rebelión y peligro para los planes futuros de la corporación.

Las críticas al capitalismo salvaje de las corporaciones no las limita solo al Unobtanium, ese mineral valioso que se encuentra en la luna Pandora para generar energía, también al líquido de una glándula que tienen unas ballenas, material que aparentemente retrasa indefinidamente el envejecimiento humano.

El tercer acto es donde la parafernalia visual trata de justificar su largo metraje donde se intenta complacer al espectador de que la espera ha valido la pena, mostrando, lo más apoteósico posible, la escena de la batalla final.

Aquí Cameron encuentra la mejor grafía de auto referenciarse determinando parte del conflicto externo como si fuera la escena final de Titanic (1997) donde el barco, mientras se va hundiendo, pone en peligro a la familia de Sully que se encuentra abordo.

No es de dudar que Avatar: el camino del agua es la película estrenada en este 2022 más industrial y más elaborada en sus efectos visuales. No obstante, su futuro depende de cómo sea aceptada esta nueva historia; aunque el tercer episodio, rodado en simultánea, se espera más próximo que esta secuela.

Es en ese evento futuro que se resolverán, -eso espero-, algunas incógnitas dejadas en el trayecto como los hijos mestizos de cinco dedos como los humanos, pero con todas las características de los Na´vi; la adopción de la milagrosa hija de la Doctora Grace Augustine (Sigourney Weaver) quien de forma misteriosa logró concebirla o el futuro del hijo del coronel Miles.

Espero que el entusiasmo no decaiga y la espera sea más corta pues no habrá más excusas para repetir, la tercera debe traer algo más que Na´vi azules y Metkayina verdes.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

Título original: Avatar: The Way of Water. Año: 2022. Género: Ciencia Ficción/Aventura. País: USA. Dirección: James Cameron. Guion: James Cameron, Rick Jaffa, Amanda Silver. Historia: James Cameron, Rick Jaffa, Amanda Silver, Josh Friedman, Shane Salerno. Elenco: Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Kate Winslet, Stephen Lang, Cliff Curtis. Duración: 3 horas 10 minutos

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No es de dudar que “Avatar; el camino del agua” es la película estrenada en este 2022 más industrial y más elaborada en sus efectos visuales. No obstante, su futuro depende de cómo sea aceptada esta nueva historia; aunque el tercer episodio, rodado en simultánea, se espera más próximo que esta secuela.
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Felix Lora

Felix Lora

Periodista, crítico de cine, catedrático e investigador

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