“El hombre que cuida”, frente a la bahia
SANTO DOMINGO.- Sin crear falsas expectativas, ni hacer aspavientos innecesarios, Alejandro Andújar (responsable de guiones de Lotoman, Cristo Rey, o María Montez), se posa en la dirección, un salto natural para un guionista, para contar una historia que navega por distintas motivaciones que la hacen un cine para pensar y estudiar.
“El hombre que cuida” es una historia que se posiciona en un punto geográfico que juega una importancia por el espacio dramático que se construye alrededor de este.
Palmar de Ocoa, poblado de pescadores, es el contexto natural donde se desarrolla el relato. En este, Juan cuida una casa de verano. Su vida está marcada por la infidelidad de su esposa que ahora vive con otro. Esta situación lo ha apartado de todo y solo se ha refugiado en la labor del cuidado de esta casa.
La primera escena muestra a Juan haciendo los quehaceres de cuidador, reparando algo por aquí, lavando otra cosa por allá. Una vida pasiva que no tiene más nivel que hacer esto todos los días.
Pero una visita inesperada de Rich, el hijo del dueño, con Alex, un amigo y Karen, una joven del pueblo, a la que Juan ya le advirtió que no estuviera rondando por la casa, va cambiando de color su situación.
Una vez instalados allí se reconocerá los motivos de Rich por haber llegado de improviso a la casa. Este le advierte a Juan que “que papi no se entere”, frase que Juan asume con cierta reticencia, pero que, dado las circunstancias, tiene que asumirlo como parte de la complicidad.
Luego la llegada de Belissa (el obscuro objeto del deseo), la que realmente desea Rich, va creando un torbellino de pasiones encontradas y hasta de frustración. Ella es la que faltaba para completar este cuadro dramático que tanto su director Andújar y su guionista Amelia del Mar establecen para hablar de esas posiciones sociales de hijos de clase media y pobres que cuidan los recursos de esa clase.
La custodia de Juan de los bienes ajenos es como una cárcel, una obligación donde no tiene escapatoria. Su vida también es como una bachata, la misma que adereza musicalmente este drama, con sus historias de “cuernos”, desamor, de mujeres malas y hombres resignados.
La aridez del lugar es la extensión de la psicología de este personaje, solo apaciguado por la belleza de esa bahía donde todo adquiere otro significado.
Héctor Aníbal (Juan), hurga en el interior de un personaje que expresa un profundo vacío; Yasser Michelén (Rich), muestra unas complejidades intrínsecas a la de un personaje de actitudes turbias y de deseos no realizados; Paula Ferry (Belissa), el torbellino que provoca situaciones la que se muestra correcta en su actuación; Julietta Rodríguez (Karen), una pueblerina que no encuentra posibilidades de liberarse de las amarras de una joven rural y Héctor Medina (Alex), un actor cubano que he visto sus trabajos anteriores y he notado que posee un amplio registro actoral.
“El hombre que cuida” es un buen cine local, una obra que, aparentemente, simple, en su puesta en escena, -al mejor estilo del maestro Kiarostami-, pero compleja por el subtexto que provoca otras reflexiones de identidad social presente en el país.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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