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«Primero de enero», el día menos especial

La calidad de los niños no responde mucho a la conveniencia de la historia. Foto: Fuente externa

SANTO DOMINGO.- Procedente del Costa Rica, la realizadora Erika Bagnarello quien ya había hecho algunos trabajos de documentales como “Flashes of Hope: Hibakusha Traveling the World” (2009) y “Maras Ninis y Malandros” (2011), vino a República Dominicana para realizar su primer largometraje de ficción, con la garantía que ofrece el país en materia de la ley de cine.

Este proyecto cinematográfico tuvo su génesis en su país natal, donde trabajó su guión a través de distintos fondos de asesoramientos. Su traslado a nuestro territorio, para su rodaje, implicó ciertas modificaciones e interpretaciones de idiosincrasia dominicana.

Sebastián, un niño de 12 años, es su protagonista principal quien  sufre por el divorcio de sus padres. Tal es su decepción que, en componenda con uno de los capos del sector, coordina un robo en el restaurante de su familia para que se lleve las pertenencias de su madre, pero el robo alcanza también la de un piano el cual posee mucho valor sentimental para él.

Esta situación lo obliga a iniciar una búsqueda por el territorio nacional, llevándose a su mejor amigo y a su hermana en tal aventura.

La construcción que exhibe Bagnarello es la de presentar el propósito del viaje, el “road movie” que servirá para que cada uno de los personajes involucrados, aprenda algo, existencial o no, que le ofrezca una nueva visión de la vida.

El periplo de los niños está balanceado por la presencia de un personaje haitiano, lo cual le da pie a Bagnarello para emitir algunos juicios sociales, aunque no estén justificados debidamente y tenga un tufillo panfletario.

La calidad de los niños no responde mucho a la conveniencia de la historia. Poco efectismo dramático se concentra en ellos por lo que quedan debilitados por unos diálogos insuficientes. Víctor Pintor trata de concentrar en su interpretación las incomodidades de resolver sus problemas desde el punto de vista de un niño que quiere ser mayor.

La dirección artística y algunos elementos de su escenario se mezclan en una intención poco entendida como la escena de fin de año presentada como si fuera un circo de verano.

De todas formas “Primero de enero” no suma ni resta a lo que se está desarrollando en el cine dominicano, es tan solo una parte de un largo proceso que falta por completar.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO 

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