«Morir Soñando», morir o soñar…¡que más da!
SANTO DOMINGO.- Con “Morir soñando” la apuesta dentro de cine dominicano por el género de acción, ha evidenciado las faltas graves de construcción narrativa y de historia atractiva.
Esto, en buen decir, no se sabe aún abordar este género en República Dominicana.
Después de algunos intentos, siendo el más reciente, “Código Paz”, más funcional por los personajes que por la historia misma, el género se encuentra en una etapa primigenia.
“Morir soñando” es una especie de folletín mal impreso donde se deja caer una idea sobre un papel pero con faltas ortográficas graves, puesto que el público puede perfectamente comparar este producto con los de factura norteamericana y las diferencias son abismales.
No se puede pretender, dentro del cine criollo, superar las experiencias del cine de acción de factura foránea, puesto que las distancias son inmensas y los recursos con que ellos cuentan son aún mayores.
Josh Crook, un artesano realizador con desiguales resultados en el cine local con cintas como “La Soga” (2009) y “Ponchao” (2013), toma este filme para seguir desmeritando un oficio que hay que tomárselo más en serio y no pretender mostrar algo que en el fondo no es más que una copia de mal gusto de muchos otros filmes.
“Morir soñando” pretende ser una historia de amor mezclada con algunos ingredientes de acción e intriga al proponer el relato del personaje de Vincent, un supuesto biólogo e Isabella, una relacionista pública, quienes se enamoran desde el primer momento, pero que se encontrarán dentro de una peligrosa maraña de una organización criminal que involucra a un ministro y a la propia vicepresidenta de la República.
La narrativa es tan absurda como la misma idea de hacer este filme que, quizás se mofa de la inteligencia de un público que no encuentra más razones para permanecer en la sala y decida abandonarla sin ningún reparo.
Asumiendo los clichés propios de las historias tele novelesca, aunque con peores resultados, el filme combina irrisoriamente todos los ingredientes que pudieron funcionar, en una prueba desesperada por armonizar, pero su poca destreza en filmar adecuadamente las escenas de acción y otros detalles, reduce este intento a un producto carente de razón.
Los actores y actrices nunca se dieron cuenta del absurdo en que se habían metido. Posiblemente es Alfonso Rodríguez el único que interpreta realmente el contexto dramático en que se encuentra y muestra un personaje acorde con la historia.
Todo lo demás es evidencia de que falta mucho por resolver en este cinema criollo y con productos como este, no se ayuda a su real progreso.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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