«Mis 500 Locos», entre la bruma y la luz (crítica)
SANTO DOMINGO.- La historia de las relaciones entre la literatura y el cine supone una compleja y conflictiva trama. Es un caso extraordinario que dos formas expresivas han establecido tantos intercambios y, a la vez, suscitado tantos prejuicios e desamores.
Es claro que en la cinematografía local el ejercicio de las adaptaciones literarias, poco explorado, ha sido una suerte de desdichas y de contradicciones que no han solucionado lo básico al momento de plantear una correcta reescritura cinematográfica para crear una intertextualidad que reconforte esos límites entre ambos lenguajes.
A sabiendas que las adaptaciones demandan un nuevo ordenamiento de las acciones dramáticas, los guionistas locales no han determinado los compromisos formales que hay entre las historias que se describen en la literatura y las argumentaciones que se plantean en el cine.
La propuesta que hace la realizadora Leticia Tonos Paniagua sobre la adaptación cinematográfica de la obra literaria “Mis 500 locos” del Dr. Antonio Zaglul Elmúdesi, un libro que se constituyó en un suceso de lectoría entre los sesenta y los setenta, tiende a acercarse precisamente a los infaustos territorios que separa el texto literario con los propósitos cinematográficos.
En el libro, Zaglul narra sus vivencias en el Hospital Psiquiátrico de Nigua en la que fue director en plena dictadura trujillista, detallando ese universo de pacientes esquizofrénicos paranoides, neuróticos, psicópatas y maníacos-depresivos.
Leticia siguiendo la ruta marcada por el guion escrito entre Waddys Jaquez y Lenin Comprés, quienes se involucran en una aventura que no deja atrás esas desdichas y contradicciones, navega entre las brumas de su propia intención y las luces encontradas en el camino de su realización fílmica.
Es de suponer que lo escrito por el médico, psiquiatra, escritor y profesor universitario en la obra en cuestión, es una especie de inmersión en un universo desconocido por generalidad de las personas que tuvo su revelación absoluta en el descubrimiento que cada lector alcanzó al tener contacto con la misma. Este es el factor fundamental de la fuerza que posee estas memorias y en el aporte que hizo en la visión sesgada que tenía el dominicano sobre la práctica de la psiquiatría en el país.
Entonces, lo que se revela en la película no es más que esa vanidosa percepción que cada guionista y realizador posee al momento de justificar la adaptación de la obra al campo cinematográfico.
En este caso, tanto Leticia como Waddys y Comprés, intuyen un camino fundamental que es la de narrar los hechos partiendo de la figura del Dr. Zaglul (Luis José Germán) cuando llega al hospital psiquiátrico y la relación que este logra establecer con los enajenados del lugar.
Su visión, aunque no muy bien conexionada, se perfila un poco fragmentada, pues se desequilibra cuando intenta proponer todas las historias presentes en el lugar, como la del Venezolano (Rick Montero) cuya obsesión era servir al régimen de Trujillo, la del Tuerto (Ico Abreu) incapaz de articular palabras y solo tiende a expeler gruñidos o de la discordante Aurora (Jane Santos), todas insertadas en un tejido narrativo con luces y sombras, donde la figura de Zaglul mantiene una sola trayectoria temiendo que los intereses del régimen representado por el personaje de González (Pavel Marcano), destruya su nueva visión de intervenir el mal y hacer más humana su práctica profesional.
Los perfiles de los personajes están atados a lo descrito por el autor en sus memorias, aunque reinterpretados en el guion para compensar la voluntad de su adaptación. No obstante, el cuadro dramático se siente un tanto rígido como si apelara más a una puesta en escena teatral que cinematográfica.
Y es aquí donde el péndulo de la interpretación y la calidad de los personajes se pone a prueba, siendo la labor de Luis José Germán quien decide darle cuerpo y alma a un personaje que, independiente de la figura que interpreta, logra transmitir un lado humano preciso y determinante para la película, así como el personaje de la enfermera Liriano (Elvira Taveras).
La atmósfera conseguida por el equipo conformado por Lorelei Sainz (7 muertes, Colao), Claudia Madera (Catastrópico, La extraña), Patricia Duarte, y la fotografía de Luis Enrique Carrión (La Barbería, Juanita), refleja un avance en los presupuestos de diseño de producción para la representación de época, un factor con muchas debilidades en anteriores producciones que en esta ocasión se reivindica.
“Mis 500 locos” es una obra cinematográfica que busca nuevos caminos de expresión tanto argumental como artística y que dejará más adelante un espacio justo dentro de la recreación histórica y las adaptaciones cinematográficas.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
Título original: Mis 500 locos. Año: 2020. Género: Drama. País: República Dominicana. Dirección: Leticia Tonos Paniagua. Guion: Waddys Jaquez y Lenin Comprés. Elenco: Luis José German, Jane Santos, Pavel Marcano, Lía Chapman, Vicente Santos, Rick Montero, Elvira Taveras, Camila Santana, Erlyn Saul, Ico Abreu, Giovanny Cruz, Dionis Rufino.
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