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La denuncia social en el cine criollo

“Ladrones a domicilio” (Angel Muñiz, 2008) es un filme con un fuerte contenido de denuncia social. Foto: Estudio Quitasueño.

La denuncia social es un discurso presente en las producciones cinematográficas desde sus comienzos en todo el mundo. Al hacer una revisión histórica de la filmografía mundial advertimos que una de las primeras manifestaciones discursivas sobre este aspecto se encuentra en La huelga (Sergei Eisenstein, 1924).

A finales de la década de 1950, surgen las primeras películas marcadas con el sello de denuncia social y con una fuerte carga de oposición a los gobiernos. Así aparece lo que luego se conocería como Nuevo Cine Latinoamericano. Como señala Rafael Acosta de Arriba en su libro Cien años de cine latinoamericano, 1896-1995, en los años sesenta, en Latinoamérica, se hacía más perceptible la tendencia a explorar las potencialidades políticas e ideológicas del cine, así como la capacidad para mostrar realidades conflictivas. Entre los fundadores de esta tendencia se encuentran el argentino Fernando Birri, los cubanos Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea, y el brasileño Nelson Pereira dos Santos, todos interesados en los modos neorrealistas de concebir el cine, a partir de la producción de filmes cargados de elementos documentales y de intenciones sociológicas y ontológicas; un cine producido al margen de la industria, contando, sobre todo, con el modesto aporte de asociaciones culturales y universidades.

En la República Dominicana, luego de 31 años de censura en los medios audiovisuales en el contexto de la dictadura del dictador Rafael Leonidas Trujillo, se realiza la primera película de denuncia social: La silla (Franklin Domínguez, 1963), un monólogo protagonizado por Camilo Carrau que narra de manera detallada los hechos históricos que marcaron las tres décadas de la tiranía. Cuenta la historia de un joven dominicano a quien se culpa de haber traicionado a sus compañeros, acusados de tramar un complot para asesinar a Trujillo, y va relatando lo que supone pasar de héroe a traidor. Considerando que la mayoría del pueblo cooperó, en cierto modo, con Trujillo, el acusado de traición pregunta quién puede dirigir su dedo acusador contra él.

Este filme se convirtió en un punto de partida para establecer una cronología de producción de largometrajes de ficción y unas tendencias discursivas que descansan en tres ejes principales: migración ilegal, corrupción institucional y el papel de la prensa como denunciante.

Respecto a los largometrajes de ficción en cuyo eje temático prevalecen los viajes ilegales, a través de estos se denuncia la venta de pasaportes, visas falsas y viajes, el abuso del poder frente a los indocumentados, la pobreza extrema y el tráfico de influencias. Entre estos filmes se encuentran Pasaje de ida (Agliberto Meléndez, 1988), que parte de un hecho real para hacer duras críticas contra los involucrados en los viajes ilegales, entre ellos funcionarios gubernamentales y militares.

Nueba Yol: por fin llegó Balbuena (Ángel Muñiz, 1995) y Nueba Yol III: bajo la nueva ley (Ángel Muñiz, 1997) utilizan el personaje de Balbuena para describir los sinsabores de un inmigrante dominicano cuando se enfrenta a la realidad de la urbe neoyorkina.

Viajeros (Carlos Bidó, 2006) refleja la marginalidad de muchos que se arriesgan a tomar una yola y cruzar el canal de La Mona para buscar una mejoría en sus vidas. 60 millas al Este (Jorge Lendeborg, 2008), contada como docudrama, aborda hábilmente la problemática de los viajes ilegales a través de los testimonios de los organizadores y de aquellas personas que se enfrentan a semejante riesgo.

En lo que se refiere a la corrupción, uno de los males principales que afecta a la sociedad dominicana, el cine criollo ha intentado desde sus inicios denunciar cómo el poder político está por encima de la justicia, lo que podría manifestar las debilidades de las instituciones públicas. Los directores de cine dominicanos han denunciado la corrupción en las cárceles y en los diferentes ámbitos de la sociedad, el clientelismo político y la desorganización en las instituciones del Estado.

Varios filmes han asumido este reto y dejado a la consideración de los espectadores sus críticas. Ejemplo de esto lo tenemos en el filme Perico ripiao (Ángel Muñiz, 2003), una propuesta que tiene mucho que ver con ciertas experiencias del realizador. La historia se centra en tres hombres encarcelados en la década del setenta por pequeños delitos, quienes, debido a la burocracia carcelaria, la corrupción de las autoridades y la complicidad, se convierten en presos olvidados. Esta fábula de los tres caminantes es el marco perfecto que Muñiz toma para hablar de las debilidades del sistema y de las componendas existentes entre las autoridades públicas para sacar provecho económico a través de sus funciones.

“La cárcel de La Victoria” (José Enrique Pintor, 2004) denuncia los males de corrupción existentes en las cárceles dominicanas. Foto: Hispaniola Pictures.

La cárcel de La Victoria (José Enrique Pintor, 2004) va por un camino tortuoso, puesto que su historia transita por los pasillos de una penitenciaría desbordando toda ficción cinematográfica. El filme denunció las componendas entre las autoridades carcelarias y la corruptela presente en las cárceles del país. A través de personajes claves como el alcaide y los policías  se retrata un escenario capaz de establecer esta realidad.

Con Yuniol (Alfonso Rodríguez, 2007) podemos advertir esta constante preocupación por los temas sociales, a pesar de que precisamente se ha criticado a nuestro cine su falta de compromiso como vehículo de denuncia. Este filme presenta señales claras de que va más allá de los simples malabares y de que cada vez más existe la preocupación por dejar claves dentro del cine nacional para que otros puedan seguir los pasos argumentales.

No es casual que este realizador haya tomado un tema social y dirija su discurso en ambos sentidos de la desigualdad (ricos-pobres/pobres-ricos), basta recordar que con su primer largometraje, Tráfico de niños (Alfonso Rodríguez, 1988), ya lo había dejado establecido.

Al dirigir Yuniol, Rodríguez deja establecido su vasta experiencia en el manejo del discurso audiovisual, y reconoce que hay que tener un compromiso formal para lograr un adecuado balance entre las dos posiciones sociales y permitir un espacio para la conciencia social del protagonista.

El texto de Ladrones a domicilio (Ángel Muñiz, 2008) va más allá de las creencias personales del director sobre la utilidad del medio cinematográfico para ejercer la crítica social. Muñiz señala desesperanza del personaje principal ante la imposibilidad de costearle los estudios universitarios a su hija. Esto lo empuja a la búsqueda de un segundo empleo donde se involucra en una peligrosa operación para robar el camión de valores, en un plan urdido por el propio dueño de la compañía. Este hecho es el que desata todo el panorama discursivo para hacer la denuncia pertinente sobre la maraña de corrupción existente en el país.

El cineasta propone un conjunto de piezas que intentan hacer las críticas y poner el dedo sobre la llaga a toda la situación imperante en nuestro contexto. Se vale de personajes como un cura, un político, un senador, una jueza, un empresario, un militar y un hombre de valor moral para representar en un solo discurso los males que agobian al país: la corrupción policial, los nexos con el narcotráfico, la impunidad, los viajes ilegales y la falta de oportunidades de la clase obrera.

Dentro del eje temático de la prensa como denunciante de los males de la sociedad, se puede observar el aporte que realiza el cuarto poder a la revelación de hechos delictivos, como el tráfico de menores, los fraudes electorales, el abuso del poder y la complicidad en asesinatos.

Tráfico de niños (Alfonso Rodríguez, 1988) es un drama sobre el tráfico de menores que refleja la labor de un grupo de periodistas que descubre una red de traficantes. Rodríguez soluciona su relato con los convencionalismos necesarios para urdir una trama de ficción con características al género policial.

Para vivir o morir (Radel Villalona, 1996) fue concebido como un filme de suspenso político cuyo espacio geográfico es una ciudad sometida al fragor de las luchas políticas sobre la base de un proceso electoral traumático. El hilo conductor es el secuestro de un periodista, interpretado por el cantautor José Antonio Rodríguez, quien descubre un fraude electoral en el cual está involucrado un experto italiano. La denuncia del secuestro y de la debilidad institucional se realiza a través del desaparecido programa El Gordo de la Semana, conducido por el fenecido productor y presentador Freddy Beras Goico.

Código 666 o La tragedia Llenas (Elías Acosta, 2006) está inspirada en el asesinato del niño José Rafael Llenas Aybar, un acontecimiento que conmovió a la sociedad dominicana y que a su vez inspiró la novela del escritor y político Ángel Lockward. Estamos ante otro filme basado en un hecho reciente en el que dos periodistas asumen la responsabilidad de desenmascarar los vínculos de complicidad en el asesinato del niño, apuntando directamente a altas autoridades gubernamentales y diplomáticas.

Víctimas del poder (Jorge Lendeborg, 1998) es un thriller que mezcla una historia de amor con los vericuetos de la corrupción policial y empresarial. La historia de un violador en serie pone de manifiesto los vínculos entre un empresario periodístico y la policía, que son denunciados por una joven periodista que descubre, además, a los responsables de la muerte de su padre, también comunicador.

José María Cabral, después de otros experimentos con la modalidad del cortometraje, terminó por rodar su primer largometraje, Jaque mate (2012), en la línea del género del thriller de acción. El realizador selecciona a un personaje de los medios de comunicación para criticar precisamente el manejo del discurso televisivo: David,  conductor de un programa de televisión, se ve sumido en la desesperación cuando un televidente llama al programa para anunciarle que tiene secuestrados a su esposa e hijo.

Este tirón dramático da inicio a una serie de acciones en las que David debe seguir las órdenes del secuestrador para salvar a su familia, y queda inmerso en una espiral ascendente donde tiene que revelar ante la teleaudiencia muchas situaciones ocultas de su vida. Al final, todo el discurso apunta a la crítica de la morbosidad expresa con que muchos medios de comunicación tratan la vida privada de las personas.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

 

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