«Cristo Rey»: un barrio, un amor y otros bemoles
SANTO DOMINGO.- El barrio, como geografía dramática, ha sido explorado en algunos filmes dominicanos con resultados dispares por la manera en que ha sido sujetada a un compromiso expositivo de focalizar una situación de personas que viven en la pobreza y desean superar las dificultades que el mismo sector les impone.
Cintas como Santicló, la vaina de la Navidad (José Enrique Pintor, 2008), La lucha de Ana (Bladimir Abud, 2012), A ritmo de fe (José Gómez, 2013) o El Gallo (Juan Fernández, 2013), por mencionar algunas, han tomado este contexto social para desarrollar oportunidades dramáticas y contar historias de marginados y personajes que buscan mejorar su calidad de vida.
Ahora Leticia Tonos con su segundo largometraje Cristo Rey, toma el contexto marginal del barrio para llevarlo hacia un mayor compromiso narrativo y determinar, en el mismo espacio, una historia que sobreviva a los propios bemoles dramáticos.
Rescatando el personaje del haitiano que convive en territorio dominicano ya planteado de manera tangencial en La hija natural (2011), Leticia ahora lo profundiza con personajes y situaciones más complejas.
Cristo Rey cuenta la lucha de Janvier, un joven dominico-haitiano, quien se mete en problemas al enamorarse de Jocelyn una hermosa joven, hermana del gánster del barrio y ex novia de Rudy, el medio hermano de Janvier.
Ambos se encuentran dentro de una vorágine de violencia y dolor que se vive a diario en el barrio de Cristo Rey donde las reglas de supervivencia son parte del accionar cotidiano.
Leticia intenta profundizar en las reglas no escritas imperantes en la marginalidad, desarrollando un relato que cumpla con los requisitos de dramaturgia y evitando dispersarse en su trayectoria.
Si se trata de referencias directas a otros filmes latinoamericanos puedo señalar las coincidencias, en por lo menos dos títulos, Ciudad de Dios (Fernando Meirrelles y Katia Lund, 2002), donde se puede verificar el tono inicial con la utilización de la música y la toma final; y Hermano (Marcel Rasquin, 2010), en la rivalidad que se somete en los dos medio hermanos. Ambos títulos exploratorios de la misma situación que Cristo Rey deja vertido en su discurso.
Ahora bien, este filme se puede ver en el intento de hacer una radiografía de la marginalidad con situaciones y personajes que conviven en un mismo micro universo. A esto se le añade un ingrediente que le otorga otras implicaciones sociales y culturales y es la presencia haitiana en el personaje de Janvier. Este personaje se convierte en un puente entre lo que significa ser haitiano en un barrio dominicano y, además, conciliar un amor con una dominicana con las implicaciones que conlleva dentro de su situación.
Lograda en algunos momentos y débil en otros, las actuaciones de James Saintil y Akari Endo encarnan esta idea dramática de amor imposible, y lo tratan de llevar lo más funcional. Saintil se inserta bien mientras que Akari le faltó un poco más de soltura de muchacha de barrio.
Entre los demás actores cabe destacar el interesante trabajo de Jalsen Santana como el Coronel Montilla que, sin caer en clichés injustificados, asume un personaje que es la otra cara de la complicidad criminal en los barrios. Una actuación muy sujetada a los rigores de una buena interpretación.
En cuanto a Yasser Michelén, es un joven prometedor que puede resultar una buena representación de los actores jóvenes que vienen surgiendo en el cinema dominicano.
Dentro de todo esto, la música de Mayreni Morel y la fotografía de Kika Ungaro asumen una funcionalidad expositiva bastante adecuada para mantener el balance dramático entre las escenas de violencia y romance del filme.
Cristo Rey es una exposición adecuada que, sin poseer grandes luces, cumple con un cometido fílmico aceptable.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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