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«Rubirosa: parte 1», el tíguere de calzoncillos largos

Esta primera parte de la serie basada en la vida de Porfirio Rubirosa Ariza trata de presentar los primeros años de su vida en que llega a casarse con Flor de Oro, hija del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Foto: Lokal Productions

SANTO DOMINGO.- En el devenir cinematográfico dominicano el drama histórico es el que menos atención se le ha puesto al momento de visualizar el concepto en cuanto a la época en que se desprende la historia.

Y en este apartado todo lo relacionado a la época trujillista ha sido desarrollado con una falta de rigor que todavía no se ha podido concretar un filme que verdaderamente haya podido retratar la atmósfera real de la época.

Desde el uso de los colores, el diseño de producción y hasta el elenco, todos los filmes dominicanos que han tratado de rememorar este estilo, han tenido sus fallas.

“Rubirosa” no es la excepción. Este filme que, además posee una mirada desde afuera y no desde dentro, hacia la época y de uno de los personajes menos indicado para analizar este entorno de época, es el que más incoherencia posee.

Esta primera parte de la serie basada en la vida de Porfirio Rubirosa Ariza trata de presentar los primeros años de su vida en que llega a casarse con Flor de Oro, hija del dictador Rafael Leónidas Trujillo.

Este inicio de su periplo es presentado como una especie de prólogo novelesco que no se sostiene por una narrativa que no aporta a la solución de un ritmo impreciso en cuanto a la presentación de los acontecimientos.

La pincelada que desde su infancia se muestra, induce a reflexionar la posición adoptada por sus guionistas Ana María Londoño y Rafael Noguera de tratarlo como una especie de niño con luces para enfrentar un destino donde las mujeres siempre orbitarán. Por eso, el apuro de crear un dialogo entre él y su padre donde le pregunta cómo se conquista una mujer.

Lo demás es un anecdotario que inicia el propio Rubirosa cuando define sus dos pasiones y donde se autodefine como un “tíguere”, ese mujeriego y bailarín o más bien “El tíguere cinturita”, como lo precisara el profesor Lipe Collado.

Quizás el problema no sea el tema del filme, sino su personaje principal. Porfirio Rubirosa Ariza quien fuera diplomático, militar, piloto automovilístico y jugador de polo dominicano, pero también uno de los adeptos al régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo, no es el mejor ejemplo para analizar los intríngulis de un personaje que vivió en una época muy determinada en esta historia dominicana.

Y no lo expreso por lo que implicó su accionar durante el régimen, lo manifiesto porque si se analiza bien las características de este individuo, a pesar de ese oropel de sexualidad, dandismo y sibarismo, es un personaje vacío, sin aristas sustanciales que pudieran definir un ser que interprete el interior humano y sus circunstancias que lo definieron como tal.

Por eso fueron los fracasos anteriores de producciones extranjeras que intentaron mostrar sus andanzas en un espacio cinematográfico, puesto que había que revestirlo de una estructura y unas implicaciones donde jugaba más la imaginación que la realidad.

Y esto es lo que ha pasado en esta producción, han tenido que rellenarlo de muchas sustancias artificiales y acomodaticias acudiendo a la “licencia artística” para conformar un personaje con cierto volumen, pero que al final es plano y vacuo.

El actor colombiano Manolo Cardona vio en él una oportunidad de continuar con su carrera, entusiasmándose con su figura, su porte, su labia y sus hazañas en la cama, pero cayó en la trampa de un personaje que no le sirve de nada. Por eso se muestra con mirada perturbada como buscando algún asidero en su propia psiquis para encauzar a ese Rubirosa que no logra sacar.

El resto del elenco está en la misma posición, interpretando personajes que no lo entienden como es el propio caso de Damián Alcázar quien se pone el traje de Trujillo para exponerse como ese capataz violento y luego mostrarse como ese arquetipo de individuo remilgón y busca faldas.

De esta manera es que esta producción concibe la historia dominicana, pegando retazos, actuando con ligerezas históricas que rayan en la irresponsabilidad, buscando aproximaciones insuficientes que no ayudan a una correcta visualización de la época y de sus personajes.

No confío en que mejore en sus dos partes restantes, ya que esta primera entrega puede definir su conjunto. Esperen, entonces, las dos entregas más de este avieso telefilme.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

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