«Pasao de libras», una comedia de poco peso
SANTO DOMINGO.- Existe un tipo de humor que traspasa los límites de la ignorancia. Ese es el tipo de humor de la risa fácil sin importar como se logre, saltando la construcción lógica de la distribución humorística que debe acompañar siempre a un buen producto cómico.
Con “Pasao de libras” todas las reglas se rompen para convertirse en un producto comercial que nada aporta a la relativa mala imagen que posee el humor cinematográfico en República Dominicana, el cual es acusado de ser muy banal y sin sentido.
Salvo algunas excepciones del esfuerzo de varios realizadores locales que tratan de ofrecer un producto satírico con cierto nivel de coherencia, el producto que brinda ahora Roberto Ángel Salcedo puede ser catalogado como cine desechable, ese producto que se olvida inmediatamente se abandona la sala.
Y no es que todo el cine escrito, producido, dirigido o estelarizado por Roberto Ángel sea marginado de toda consideración ya sea artística o comercial, puesto que, por ejemplo, las comedias “Megadiva” (2009) o “¿Pa´ qué me casé?” (2016) por lo menos plantean reflexiones sociales y de pareja que posteriormente podrían estudiarse más a fondo en torno a las argumentaciones personales que determina su realizador y guionista en las mismas.
Ahora Roberto fija su mirada sobre la obesidad, pero no para ofrecer un sustento argumental que le permita reflexionar sobre aquellas personas que sufren de sobrepeso y los problemas que les trae en términos personales y sociales, más bien construye un inventario de burlas sobre esta condición sin mantener un perfil adecuado de criterio argumental.
La trama de la historia gira en torno a Aníbal, Javier y Francisco, quienes están en sobrepeso y por motivos de salud, entonces, deciden someterse a una cirugía bariátrica para solucionar este problema.
En ningún momento de la narrativa el realizador se detiene a pensar en que esta premisa pudiera servir para hablar de un estado corporal que padecen millones de personas. Al contrario, lo que hace es convertir esta misma condición en una burla constante.
Narrada con saltos del espacio temporal (cuando están gordos y cuando se operan), el filme se convierte en un batiburrillo de situaciones que desacreditan toda lógica que pudiera haber tenido.
Para colmo, su trama y la condición de sus personajes principales solo sirven para presentarlos engullendo todos los productos de los auspiciadores del filme, en una descarada manera de hacer uso de “product placement” o emplazamiento publicitario que sirve para visibilizar las marcas comerciales.
Aquí este uso se convierte en un insulto a la conciencia del espectador que, aparte de que tiene que soportar el incongruente argumento, se mantiene todo el tiempo bombardeado por las mismas.
El trabajo de Luis José Germán, Carlos de la Mota y Carlos Sánchez se asemeja a la de los payasos (sin denigrar este oficio), los chiflados del contexto local, puesto que sus trajes y prótesis los hacen ver como si van a ofrecer un show circense. Quizás esto es lo que sentí a verlos actuar, se notan incómodos y poco naturales como si se tratase de obligarlos a realizar un trabajo que no deseaban, sólo anhelando desprenderse de la nariz roja (aunque no evidenciada) de sus rostros impuesta, de manera adrede, por su director.
Hay que ser honesto con lo que se presenta al público local, pero, al parecer, mejorar el producto de la comedia dominicana es una labor utópica y penosa.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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