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«Oro y Polvo», más polvo que oro

Octavio Pizano, Carolina Guerra y Rafael Amaya, protagonistas del filme. Foto: Maireni Films.

SANTO DOMINGO.- El tema del narcotráfico es un eje temático aparentemente nuevo dentro del cine nacional. Abordado un poco en “El rey de Najayo” (Fernando Báez, 2012) y en algunas cintas de la diáspora dominicana en Estados Unidos como “Buscando un Sueño” (Joseph Medina, 1997), “El círculo vicioso” (Nelson Peña, 2000), y “Stone Cold Killers (Eddy Durán, 2004).

Esta vertiente temática responde a una demanda que ha estado solucionándose en la tv latina con aquellos productos llamados “narco novelas”, las que responden a una avidez y morbo por parte de las audiencias contemporáneas.

Por eso, no es un asunto al azar que el protagónico de “Oro y Polvo” sea Rafael Amaya, exitoso actor gracias a la telenovela “El señor de los cielos”, historia que versa sobre estos mismos asuntos del narcotráfico.

“Oro y Polvo” vuelve a ser dirigida por Félix Limardo quien, junto al periodista Huchi Lora, había realizado “El Teniente Amado” (2013).

La historia en cuestión versa sobre las peripecias de un joven que se encuentra inmerso en el negocio del narcotráfico por ser pupilo del capo Don Toribio. Reencontrado con su amigo Teo y la novia de este, la ambiciosa Marisela, inicia un plan para apoderarse del negocio y establecerse como jefe de la mafia de narcos en República Dominicana.

Pero en su devenir se encuentra dentro de una maraña de traición a su propio amigo y traición a aquel que le dio  cabida dentro del negocio. Esto desata una vorágine de muertes que lo llevarán por caminos nada favorables.

El perfil de la historia peca de ingenua puesto que en su desarrollo se trata de explicar todos los detalles de la red de narcos en voz de la propia Marisela quien es la que empuja los vericuetos de la historia.

Lo lamentable es que esta ficción encuentra baches narrativos que se quedan en vacíos y esto provoca un relato entrecortado.

Aunque su factura técnica a través de la fotografía de Seamus Tierney y la dirección artística de Rafi Mercado es adecuada para el mercado local y potable para otros mercados, la historia es la que posee sus flaquezas. Escenas con diálogos largos (recuerdan a las telenovelas) retardan el proceso narrativo. Sin embargo, algunas partes se normalizan cuando entra la acción, pero sin estimular mucho la atención de lo acontecido.

Los  perfiles de los personajes caen dentro de los estereotipos y hasta rozan la ridiculez puesto que en su presentación destruye cualquier aproximación a una justa dimensión estructural de los caracteres.

El tema de “Oro y Polvo” se puede concretar en un aprovechado producto para entrar en la moda contemporánea televisiva hacia estos relatos que busca establecer su nicho en el cine local.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

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