«La musiquita por dentro» o el amor por una marca
SANTO DOMINGO.- Las experiencias locales sobre las comedias románticas han determinado que los realizadores lo han planteado bajo la fórmula importada que comprende el conocimiento de dos personas que se conocen y que, en algún momento después de diversas situaciones, ellos se separan para luego encontrarse de nuevo.
Entonces, las experimentaciones locales en este campo han dejado muchos cuestionamientos en cuanto a su calidad pues están sometidas a las consideraciones de un texto simple y sin el menor esfuerzo de hacerlas distintas o con algún ápice de creatividad.
“La musiquita por dentro” no escapa al molde que se ha trasplantado al contexto dominicano. Esta comedia romántica no deja nada distinto a las anteriores intenciones realizadas en el país.
La idea del tonto, el tímido o el nerdo es la vía más fácil para plantear una relación sentimental no correspondida entre un joven con dificultades para relacionarse socialmente y una chica bella y extrovertida, un patrón moldeado a través de toda la historia del cine.
En esta comedia Ariel (Christian Álvarez) es un joven reservado y tímido que se enamora de Mar (María del Mar Bonnelly) su compañera de pasantía en una empresa. Su amistad con esta joven se va convirtiendo en una franca obsesión, pues su poca o nada experiencia en el amor lo obliga tener que aprender el oficio a través de los consejos que le proporciona el personaje de La Bujía (Lápiz Conciente) un joven de experiencia callejera y que además sueña con ser cantante urbano. Aunque las cosas para Ariel no se perfilan tan fáciles pues en el medio está la presencia del novio de Mar y la intervención de Vanessa quien se introduce en el proceso de ambos.
Pero hay un detalle, y esto ha sido un vicio en muchas de las producciones fílmicas dominicanas, y es la presencia de la marca patrocinadora dentro de la dinámica narratoria de la película que, en esta ocasión, se hace absoluta y dominante en todo el recorrido de la misma.
Esto puede hacer pensar que esta historia fue construida exclusivamente para la marca sin reparar en las cuestiones fundamentales entre el equilibrio de propuesta fílmica y el manejo comercial. El “product placement” o ubicación del producto, distorsiona todo el espectro de la historia componiendo un contexto donde los personajes principales, la visión de su director y guionista están irremediablemente dependientes de la misma.
Y para colmo el escenario de conclusión de la historia está inserto en uno de los eventos más importantes de la marca patrocinadora que, a pesar de este detalle, no fue aprovechado en su máximo nivel de efectividad.
La conclusión de esta comedia romántica no es más que un apuro publicitario típico de las mayorías de las producciones fílmicas dominicanas.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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