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«El fantasma de mi novia», amor del más allá

El fantasma de mi novia” Disla aglutina varios temas y estilos sondeados en la cinematografía americana y que cobran una nueva dimensión en el aspecto del cine local. Foto: Imakonos

SANTO DOMINGO.- Francis Disla es un realizador que posee la convicción de que, dentro del cinema local, no hay que temer a la mezcla de géneros y a las experimentaciones justas que se pueden hacer para poder sacar un producto atractivo para el público.

Sus anteriores producciones como la cinta de terror “El hoyo del diablo” (2012) y la comedia de acción “Dos policías en apuros” (2016) apuntan a este criterio, dejando posibilidades abiertas para otras exploraciones que él pueda ofrecer dentro de su filmografía.

Con “El fantasma de mi novia” Disla aglutina varios temas y estilos sondeados en la cinematografía americana y que cobran una nueva dimensión en el aspecto del cine local. Un tema que combina la comedia romántica con los apuntes fantásticos y fantasmales, con el objetivo de sacar a flote una comedia que se acople a las exigencias de la narrativa contemporánea.

En esta historia se encuentra Chepa, un ladronzuelo que tiene el don de ver los espíritus. Esta facultad le permite ser asediado por el insistente fantasma de Lupe del Mar, una actriz arrogante que se encuentra en estado de coma en un hospital producto de un accidente de tránsito.

Por esto, Chepa es uno de los pocos que la puede ayudar a volver a la vida, pues sólo tiene nueve días antes de que la desconecten. Esto provoca que él también se auxilie de otros seres del más allá para poder completar dicha misión.

Pero en este trayecto paranormal, Lupe va descubriendo ciertas verdades y desengaños que estaban ocultas en su vida y a la vez va revelando un amor como nunca lo había sentido.

Teniendo aproximaciones con cintas americanas como “Just Like Heaven” (Waters, 2005) o “Ghost of Girlfriends Past” (Waters, 2009), esta comedia busca internarse dentro de un terreno riesgoso para el cinema local.

De todas maneras, Disla, con guión de Juan José Namnun, Conrado Ortiz y Yarissa Rodríguez, intenta explorar este terreno marcando distancias y buscando combinaciones con cuestiones de la cultura popular e historias dominicanas como la presentación de los fantasmas de Rafael Leónidas Trujillo, Joaquín Balaguer y Cristóbal Colón, personajes integrados en modo paródico para compensar un texto cómico que no se desconecte con el resto del contexto.

El relato fluye con cierta normalidad en la parte del romance, aunque predecible, no obstante, proporciona ciertos toques de humor que van manifestándose en varias partes como la tragedia que le ha sucedido a Lupe, la carga dramática en la vida de Chepa con mantener el viejo teatro heredado de su padre, donde alberga a niños huérfanos y que está en proceso de desalojo, y la misión central del filme de ayudar al fantasma de Lupe a recuperar su cuerpo.

Todas estas líneas de acción se entremezclan en un contexto que ambiciona mantener el equilibrio narrativo entre la convencionalidad del romance y la misión fantasmal. En esta última Disla toma el recurso, quizás el de mayor tino que posee la historia, de colocar el personaje Juglar, el barón del cementerio, interpretado graciosamente por Fausto Mata.

Mata adquiere dimensiones no exploradas en otros filmes y revitaliza en cada momento su participación sosteniendo la historia durante los momentos en que permanece en pantalla. Más no ocurre con el resto fantasmal que pulula en el cementerio y que se desperdicia al utilizarlo solamente como variante de los “muertos vivientes”, iconografía ya muy agotada en los contornos este subgénero de terror, y no como explotación de una gran cantidad de figuras modélicas que pudieron haber estado presente en un panteón antiguo.

Al igual que Mata, el comodín que usa con el personaje de Manolo Ozuna como un teniente de la policía que está detrás de la pista de Chepa junto al personaje de Jalsen Santana, le favorece como actor de soporte.

En el caso de William Levy y Carmen Villalobos, actores protagonistas, ellos no tuvieran mucha razón en la misión de sostener esta historia si no fuera aderezada por los demás personajes que incluye su realizador.

Todavía la musicalización en los filmes de Disla es una de las situaciones que debe resolver, pues su uso en demasía disminuye la atención que se le puede ofrecer al espectador con otros detalles de la historia.

Mientras los efectos visuales y otros factores de narrativa, cumplen con su cometido dejando una comedia romántica y fantasmal con un sello particular de su realizador y con la garantía de seguir mejorando en este contexto.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

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