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«Dólares de arena», amanecer en Las Terrenas

La historia busca un entendimiento narrativo entre el personaje de Noelí, una joven dominicana y el de Anne, una francesa de edad madura. Foto: Canana Films

SANTO DOMINGO.-No es de dudar que los cineastas Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas hayan querido hacer un cine distante de la parafernalia comercial que, muchas veces, ahoga las buenas intenciones de cualquier realizador.

Sus propuestas, desde su primer largometraje “Cochochi” (2007), pasando por “Jean Gentil” (2010), el documental “Carmita” (2013) y ahora “Dólares de arena”, han hablado de esos propósitos.

Laura e Israel han decidido confiar sus deseos de proseguir en sus carreras gracias a un texto adaptado de la novela ´Les dollars des sables´ de Jean-Noël Pancrazi,. El mismo ha servido de inspiración para este filme, haciendo algunos ajustes de contexto y personajes.

La historia busca un entendimiento narrativo entre el personaje de Noelí, una joven dominicana que se prostituye en las playas de las Terrenas con el único fin de sobrevivir a una vida de carencias, y el de Anne, una francesa de edad madura con la cual establece un vínculo sexual que le permite conseguir algo de dinero para compartirlo junto a su novio, interpretado por el joven Ricardo Ariel Toribio.

Dentro de este lazo de conveniencia los sentimientos están ausentes, aunque dicha situación es bien sabida por Anne. Por esto deja a Noelí seguir con su objetivo que es, entre otras cosas, conseguir irse a Europa.

Pero el tiempo decide otras cosas y su actitud cambia, y de esa manera cambia también la perspectiva de la relación.

Laura e Israel intentan decidir cuál es la mejor manera de solventar la historia. El cuadro lésbico es, al parecer, su único recurso tenido a mano. Aunque esta situación no se profundiza, dejando espacios incompletos por la falta de fuerza dramática de la novel jovencita Yanet Mojica y por la complejidad que resultaría ahondar en este asunto, el cual no era el objetivo de sus realizadores.

Sus tonos no llegan a tener el ritmo necesario de una joven que se prostituye y que, además, tiene una relación lésbica con una mujer mayor que ella. Su condición histriónica deja marginada toda posibilidad de sintetizar su objetivo como personaje y todo se deja a la voluntad de Geraldine Chaplin, quien se encarga de hacer florecer los matices necesarios para desarrollar su personaje.

Es Geraldine que, con su inquietante y a la vez nostálgica mirada,  resuelve buena parte de su personaje.

A todo esto se da paso, en materia de musicalización, la historia contada por el cantante Ramón Cordero a través de su bachata, la que abre el filme y que sirve de introducción al relato, un acento acertado que permite sintonizar una banda sonora con sonidos autóctonos.

Lo demás es una búsqueda de ambos realizadores por continuar con sus propuestas de un cine minimalista e intimista, con un uso de la cámara e iluminación que reduce su contexto técnico hacia lo meramente básico.

Espero volver a ver una nueva propuesta de este matrimonio que han unido sus respectivos talentos para aportar productos interesantes a este cine nuestro y que la próxima sea un verdadero avance en sus carreras.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO 

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