Días Perfectos (crítica)
SANTO DOMINGO.- La influencia de Wim Wenders en el cine contemporáneo es innegable, por su visión única y su impacto en las perspectivas de algunos realizadores que lo han precedido.
Wenders nuevamente intenta demostrar que posee todavía ganas para contar historias que revaliden su discurso sobre el sentir humano y sobre lo que cada persona puede ser sin importar las circunstancias externas.
Días perfectos posiblemente sea una evidencia de esto, de ese motivo por el cual un realizador siempre está en constante movimiento, siendo fiel a su estilo y visión.
En esta historia, Hirayama (Kôji Yakusho), está muy consciente de su sencilla vida como limpiador de retretes en Tokio. Vive una vida de modestia y serenidad, pasando sus días equilibrando su trabajo con su pasión por la música, la literatura y la fotografía.
A medida que se va conociendo su estructurada rutina diaria, van apareciendo algunos aspectos de su existencia pasada con la presencia de personajes cercanos a su entorno.
Este drama contemplativo encuentra el mejor posicionamiento en la estructura simple que Wenders deja establecido para este relato cinematográfico sustentada en un minimalismo conceptual, al mejor el estilo de Yasujirô Ozu o las características del cine de Kiyoshi Kurosawa.
Sin hacer juegos de cámara exuberantes, ni manejo de una intrincada trama, Días perfectos se coloca como una vía más en el cine de autor ofreciendo una visión honesta, una modesta semblanza audiovisual de un hombre común con sus puras verdades y tan sensible como la vida.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
Título original: Perfect Days. Año: 2023. Género: Drama. País: Japón. Dirección: Wim Wenders. Guion: Takuma Takasaki, Wim Wenders. Elenco: Kôji Yakusho, Arisa Nakano, Tokio Emoto, Yumi Asou. Duración: 2 horas 4 minutos
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