Bantú Mama (crítica)
SANTO DOMINGO.- La mirada hacia el barrio se ha realizado desde distintas perspectivas. Este contexto urbano es tierra fértil para declarar historias con perfiles sociales y humanos que han llevado a determinar su importancia dentro del cine dominicano.
No obstante, todavía ha sido poco examinado en esta cinematografía criolla, dejando todavía un amplio campo de experimentación fílmica que puede dar excelentes resultados exploratorios si se hace con buen criterio.
Bantú Mama coloca inmediatamente su posición para contar su historia a través de Emma (Clarisse Albrecht), una francesa de origen africano, mujer soltera que llega al país para vacacionar, pero también para cumplir con una misión de trasiego ilícito de sustancia por lo que es apresada, aunque logra escapar de las autoridades.
Primero disfruta del paraíso soñado de todos los extranjeros que llegan a la República Dominicana como es el resort criollo, el nirvana del hedonismo y la gula para luego descender al infierno que muchos inmigrantes han experimentado.
De esta manera Emma se introduce en la vitalidad de un relato contemporáneo que busca inmediatamente surcar el espacio urbano cuando se refugia en el barrio de Capotillo en Santo Domingo, rescatada del río Ozama, un río que ha traído también tantas historias y donde es acogida por un grupo de niños que la adoptan como su protegida y figura materna.
Emma se conjuga con la historia de marginalidad de estos niños que tienen que valerse del ingenio para sobrevivir dentro de esta favela caribeña, este gueto urbano donde el padre se encuentra encarcelado y la mamá falleció hace tiempo.
Dejando atrás el continente ella se sumerge en la insularidad caribeña, en esa que marca, que acentúa los rasgos del mestizaje y abarrota de ideas las conceptualidades de vivir en el trópico clandestino.
Emma trae su herencia de africanidad visceral como descendiente de bantú sobre la espalda cuando reproduce un baile masái en la pequeña sala de la casa de madera al mejor estilo etnográfico, marcando esas huellas perdidas, pero que ahora se mezclan con otro ritmo, un urbano que no condena la violencia, la descifra para así interpretar sus nuevos códigos de comunicación social.
África y Caribe se unifican en ambas historias donde poco a poco se van mezclando para encontrar, por un lado, la reivindicación de Emma, y por el otro, la salida de Cuki, Shulo y Tina de esa excluyente vida que ofrece pocas alternativas.
Iván Herrera (Pueto Pa´Mi, 2015), su director, asume la simplificación de las vueltas complicadas de los golpes que la vida ofrece a sus personajes, fortaleciendo la calidad de los mismos y del entorno eventual en que ellos forman parte.
Iván eleva el discurso social ofreciendo que unos personajes muestren esa cara marginal, pero a la vez esperanzadora; manifiesta una acertada dirección de actores profesionales y otros no profesionales mostrando el alma del barrio, el conflicto personal y un trasfondo cultural impactante.
Los niños interpretados por Euris Javiel, Arturo Pérez y Scarlett Reyes que, a pesar de la inexperiencia en la actuación, se mueven con una naturalidad dentro del cuadro dramático, especialmente Scarlett Reyes como Tina, quien muestra una presencia dominadora a través de su mirada y sus pocos diálogos.
Bantú Mama es cine poderoso, lleno de códigos que pinta un cinema criollo de muy buena voluntad, el cual puede circunscribirse en ese tipo de cine dominicano que no busca el relato fácil, predecible e irreal; es el que lleva el compromiso de encontrar en la propia realidad, los matices adecuados para mostrar historias profundas y reveladoras.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
Título original: Bantú Mama. Año: 2022. Género: Drama. País: República Dominicana. Dirección: Iván Herrera. Guion: Clarisse Albrecht e Iván Herrera. Elenco: Clarisse Albrecht, Scarlet Reyes, Euris Javiel, Arturo Pérez, Donis Taveras. Duración: 1 hora 37 minutos
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