«El peor comediante del mundo», la ironía del humor
SANTO DOMINGO.- La convicción del guionista Miguel Alcántara por escribir esta comedia con ribetes de drama existencial, es su forma de demostrar que las líneas entre los géneros son más delgadas de lo que parece.
Comedia y drama se entrecruzan dentro de una estructura que funciona más bien como un texto teatral que cinematográfico. Pero esto no lo digo con desdén, es que la economía de recursos con que cuenta esta producción, la encapsula a unos cuantos escenarios que obliga a su realizador a demostrar cierta pericia para que la misma tenga su ritmo normal dentro de este contexto limitado.
Realizada por Luís Corporán quien no es un advenedizo en la dirección, pues ya tiene en su haber varios cortometrajes y largometrajes dentro del campo académico como la cinta de horror titulado “El sótano” (2011), este filme viene a convertirse en su primera producción comercial.
Miguel Alcántara, como guionista de la historia, centra a Aurelio como el personaje que cuenta las vicisitudes de su propia vida profesional y artística. Él es un comediante que se encuentra en el declive de su carrera que, por su mal proceder, ha perdido su capacidad profesional, pero también el apoyo de su esposa quien lo ha abandonado.
Con la compañía de Antonio, su manejador y amigo, rememoran cada anécdota que ha sido significativa en su vida como una forma de reflexión existencial donde las risas se convierten en tristeza y sentimiento de abandono.
Este, quizás, sea el texto de mayor convicción que ha escrito Alcántara, pues el mismo está aderezado por un humor oral con un sentido de ironía que circunda su contexto dándole un significado propio a la naturaleza de la historia. A su vez, este sirve para proteger las flaquezas de la acción y dejar la mejor proporción de chistes a Phillip Rodríguez quien conduce la historia por momentos brillantes.
Rodríguez demuestra su capacidad para producir humor dentro de la desgracia de su propio personaje y hace los cambios necesarios dentro de los niveles histriónicos que requería su personaje y las circunstancias del relato.
Luís Corporán asume el riesgo de llevar, por el mejor camino posible, una comedia que se sale de los moldes establecidos para este género en el cine local. Corporán, quizás, con la libertad que se le puede otorgar a un realizador, construye su propia versión estilística y narrativa de un guión escrito con necesaria certeza.
Advierto que esta comedia no juega con los roles tontos y circunstancias triviales que han caracterizado a muchas comedias dominicanas, -por si fuera este el factor que incite a ese público moldeado por banalidad de un relato cómico a verla-, su honestidad va por el lado de mostrar que, dentro de las propuestas hacia este género, se pueden establecer ideas más constructivas que dejen planteado formas que ayuden a mejorar el tono de la comedia local.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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