«Al sur de la inocencia», un camino para tres
SANTO DOMINGO.- La mayoría de las veces es difícil marcar un estilo propio con una sola película. Para esto, el realizador que se lance a presentar una primera obra (opera prima) debe conocer muy bien a lo que se enfrenta, pues puede resultar poco convincente en su primer intento.
Héctor Manuel Valdez, después de haber experimentado con un par de cortos El Fallo (2009) y 729 (2011), busca la mejor manera de presentar credenciales en el largometraje con un “road movie” el cual tiene el sur de la República Dominicana como parte protagónica del filme.
La historia se centra en Vera y Andrés, dos hermanastros de clase alta que, por un suceso trágico en la familia durante el cumpleaños de Vera, deciden alejarse de todo y escapar hacia el interior del país junto a Santiago, un fotógrafo que estaba trabajando durante la fiesta que le organizan a Vera.
Este primer conflicto narrativo es lo que da pie a una serie de situaciones que tratarán de justificarse en el transcurso de la historia.
Un detalle sustancial que impide al filme ser creíble en ciertos momentos, es la psicología de los personajes que están descritos en el relato. Todos carecen de un “porqué” que lo anclen al verdadero compromiso de la historia que es, a mi entender, esa transformación interna de la percepción de lo ocurrido y los nuevos cambios que se enfrentarán.
La primera parte del filme se concentra en la fiesta y en describir a los personajes principales y los nexos que estos tienen con los demás, para luego cambiar el escenario por el viaje que ellos deciden hacer.
En esta segunda parte varios son los personajes que se van integrando a la trama, teniendo al personaje de Santiago como puente para establecer las conexiones necesarias con las situaciones que se van produciendo.
En este devenir se conocerán personajes más o menos efectivos que intentan solucionar los escollos de la trama como Willy, Tatica, Laura o Manolo, el dueño del hostal donde se hospedan. Aunque forzada es la situación con el cocinero Paco que repentinamente cae en la playa después de surfear, sólo para marcar una idea inicial del director que no logra consumar debidamente.
El panorama sureño, poco explotado en el cine local, a excepción de Perico Ripiao, intenta formarse como una marca dentro de la geografía del propio filme, dejando la exposición hablar en algunos momentos gracias a la fotografía de Frankie Báez y el aderezamiento de una adecuada selección musical.
Christian Álvarez como Andrés y Sarah Jorge como Vera logran, en algunos momentos, dibujar sus personajes para que sean entendibles hacia el público. Sobre esto, Frank Perozo, como Santiago, se queda esta vez detrás de las ambiciones de su propio personaje.
Reconozco que Manuel Valdéz es parte de esa nueva camada de realizadores que están en la carrera por definir un estilo propio. Por esto tendrá que continuar explotando temas y variantes de género, porque esa será una de las maneras para avanzar en los aportes que puede entregar a este cine criollo.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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