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«Duarte, traición y gloria»: el rostro pálido del patricio

El actor Josue Guerrero en su interpretación de Juan Pablo Duarte. Foto: Kamajanes Nocturnos Films.

SANTO DOMINGO.- Al género cinematográfico del drama histórico en el país le falta mucho. El mismo no escapa a las mismas debilidades que veo en otros géneros.

La falta de investigación, la rigurosidad en el planteamiento artístico y los valores de producción que pudiera poseer, son los elementos que tienen más problemas.

Duarte, traición y gloria, se une a aquellos filmes que han intentado hacer una aproximación a algún punto epocal dentro de la historia política y social del país donde personajes y hechos han confluido dentro de un discurso que poco ha dejado de valor fílmico.

Esta película se focaliza en la figura de Juan Pablo Duarte para reflejar el matiz de una figura que todavía gravita en el pensamiento social dominicano.

El realizador Leo Silverio, junto al texto de Agustín Cortez, urde un relato del prócer contada a través de la voz del propio patricio quien, ya envejecido y viviendo en Caracas, Venezuela, va narrando al comerciante Urdaneta, sus aprestos revolucionarios que dieron como consecuencia la Independencia de República Dominicana.

Entre el vaivén de Duarte viejo y Duarte joven se compone un relato que busca la mejor manera de dejar planteado lo que ya es historia patria. Apoyándose en la veteranía de Iván García (Duarte viejo) y del empeño de joven actor Josué Guerrero (Duarte joven), se apela a la buena voluntad de un filme que transita por los vericuetos artesanales de una cinematografía local tendente más en lo televisivo que lo cinematográfico.

Su puesta en escena deja claro los pocos recursos con que contaba esta producción. La hoy Ciudad Colonial se convirtió en su escenario más utilizado.

Esto determina un plano epocal de poca reconstrucción visual puesto que deja establecido el panorama histórico solo por las edificaciones que hasta el día de hoy han sobrevivido, y por las vestimentas utilizadas para los personajes.

En cuanto el contexto oral, compuesto por los diálogos y otras expresiones gestuales es mostrado de manera teatral y no convence en su nivel orgánico de cómo las palabras debieron fluir en boca de los personajes.

En este caso Miguel Ángel Martínez como Pedro Santana, Iván García, el Duarte viejo, Josué Guerreo, Duarte joven y Juan María Almonte, aunque eliminándole su risa irónica, pueden ser los más atractivos.

Con una narrativa dispar y accidentada se trata de contar esos momentos claves de la independencia dominicana, mezclando dos pasados contextuales que pudieron ajustarse mejor.

Si deseaban retratar a un Duarte más real, debieron manejarlo con todas sus debilidades y virtudes, menos acartonado. Hubieran analizado la visión de Gabriel García Márquez cuando puso en un nuevo contexto a la figura de Simón Bolívar en su obra “El General en su Laberinto”.

El poco movimiento interno de los personajes en las escenas encajona el filme dentro de un panorama pobremente televisivo donde el trabajo de Miguel Ángel Magallanes, en la fotografía, no brilla adecuadamente. Esto unido a la musicalización que más bien parece de librería musical que de una real partitura fílmica.

Por eso vuelvo a expresar que el género cinematográfico del drama histórico en el país le falta mucho. Pero si se trabaja con más rigor puede convertirse en uno de los géneros más atractivos que se pueda producir en el país. El tiempo dirá.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

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