«Trabajo sucio», cuando hay mucho que limpiar
SANTO DOMINGO.- Señalar que la comedia que se está produciendo en República Dominicana está mejorando es implicarle muchos atributos que todavía no posee.
Siendo el género que más se aborda al momento de presentar un producto dominicano hacia el público local, es el que más fallos posee cuando se visualiza su estructura argumental y ritmo narrativo.
La historia de este género en el país posee más lados flacos que robustos cuando se analizan las propuestas que hasta este punto se han planteado con todo y sus diferentes tonos según la historia y los personajes involucrados.
La comedia que me ocupa considerar, en esta ocasión, parte de un sentido de visualización que pierde todas las posibilidades que concretarse como un conjunto determinado en el sentido de su capacidad como historia, donde sus personajes, por lo menos, pudieran haber tenido cierta organicidad al momento de someterlos a tan desajustado argumento.
Y no es tanto que concibo en ella una similitud evidente a la propuesta panameña “Chance” (2010) de Abner Benaim quien presenta un cuadro equivalente con empleadas domésticas de una familia aristócrata que toman el control de la mansión para cobrar todo el dinero que les deben, lo que sucede en esta es que su propuesta se realiza de una manera apresurada en cuanto a la resolución del conflicto principal y se enfoca en utilizar los personajes para rotarlo por un espacio reducido y sin muchas justificaciones.
La pobre implicación de ellos dentro de la trama, a pesar de que el espacio dramático ofrece múltiples posibilidades de situaciones, se distorsiona desde su propia introducción.
Josefina (Cheddy García) es la que inicia la narrativa en primera persona para comentar los acontecimientos ocurridos en la casa de la familia Pérez tras mostrarse un cadáver flotando en la piscina de la casa.
Esta apertura (nada original) implica inmediatamente que todo lo demás sea contado en retrospectiva. Allí se involucran los personajes de los empleados en la que cada uno actúa según los intereses que se asumen cuando descubren un dinero escondido en el sótano de la residencia en la que, presumiblemente, es el producto de un robo perpetrado por el dueño de la misma.
Esto da inicio a una vorágine de acontecimientos donde cada personaje trata de situarse en el lugar correspondiente según dicta la historia. El jardinero, el chofer, el guardián, la cocinera, la nana y la doméstica siguen un camino narrativo con grandes baches por la poca convicción de mostrar niveles adecuados para la conformación de un corpus orgánico que los haga terminantes dentro del complot.
Frente a estos, está el personaje de Nashla Bogaert, la dueña que interrumpe en el ritmo de la trama con motivos singulares, puesto que se presenta en estado de embriaguez, situación que la coloca en una posición turbia porque luego pacta con las acciones de los empleados.
Bogaert no soluciona nada nuevo en la historia, aunque ofrece algunas posiciones gratuitas de semidesnudo con el único interés de motivar ciertas miradas hacia su personaje, cuestión que no era necesario puesto que el mismo carga con buenos instrumentos para lograr la atención del público.
Los demás, arquetipos muy recurridos en muchas comedias, son los personajes de Cheddy García, Vicente Santos, Frank Perozo, Yasser Michelén quienes caricaturizan a sus personajes, siendo Kenny Grullón el menos aventajado. Otros como Jonathan Abreu (Pio la Distingancia), Carol Acosta (Killadamente) y El Mayor Clásico, son meras figuras arrastradas a un contexto para encontrar sintonía con el público que pretende consumir este producto.
Con respecto al camino adoptado por esta comedia, la misma tiende a llevar el humor por un sentido soez y hasta vulgar cuando introduce algunos gags visuales en la trama (como el motivo fálico, ya puesto en ´Todas las mujeres son iguales´ por el propio guionista José Alama, el único al que sabe recurrir) para motivar una escena de manera incorrecta.
La dirección de David Pagán Mariñez, después de tener experiencia en la asistencia de cámara de varias producciones dominicanas, intenta ocuparse de la responsabilidad de dirigir esta historia plagada de clichés y copias alternativas de otros filmes, consecuencia del proceso mimético presente todavía en el cinema criollo.
Quizás un punto favorable de exploración estética, es su manera de mover a los personajes y la propia cámara, en procura de subrayar enfoques distintos a los acostumbrados en la comedia dominicana.
Los demás factores que sustentan a “Trabajo sucio” incurren a cercanías y aproximaciones innecesarias que le descuentan la poca originalidad que pudo haber tenido.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO
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