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“Veneno”, en el ring de Jack

El tema es acertado como la exploración que se hace del personaje en cuestión. No obstante, su estructura intenta encontrar los puntos de equilibrios esenciales para sostenerse por sí misma y no quedarse en un mero espectáculo publicitario. Foto: La Visual Sonora

SANTO DOMINGO.- Dentro de un tono inspirador o dibujando una silueta aproximada a lo que fue la vida de luchador de Rafael Sánchez, mejor conocido como Jack Veneno, este filme trata de hacerle honor al origen de uno de los íconos más interesantes dentro de la cultura popular dominicana.

“Veneno” es un adecuado intento de reproducir y contextualizar un producto criollo que sea reconocido inmediatamente por las audiencias locales ya sea por su característica como espectáculo o por su valor sociológico, el cual ha sido objeto de varios análisis realizados por escritores, educadores, críticos literarios y ensayistas, incluyendo el connotado Andrés L. Mateo.

De entrada, ya crea las expectativas necesarias que van consolidándose en la medida que el público aprecie este producto cinematográfico que cuenta con la garantía de apelar a la nostalgia y la admiración.

El filme, el cual tuvo varios años de preparación, es la suma de una capacidad que está tomando el cinema local para establecer puntos de referencias en cuanto a los temas que ya se deben ir procurando en el ámbito dominicano y que sean capaces de encontrar personajes y situaciones que revitalicen argumentalmente el terreno fílmico.

El tema es acertado como la exploración que se hace del personaje en cuestión. No obstante, su estructura intenta encontrar los puntos de equilibrios esenciales para sostenerse por sí misma y no quedarse en un mero espectáculo publicitario.

Y este factor es que obliga al filme a transitar por un espacio angosto donde no puede expandirse como pudo haberlo hecho dadas ciertas circunstancias de la revelación del proyecto en sus términos generales, pues ha sido concebido para tres entregas y esto, obligatoriamente, limita el contexto argumental para dosificar las evidencias que se van a explorar en las dos entregas posteriores.

Tabaré Blanchard, como director, y Riccardo Bardellino en la escritura del guión, se someten a la regla de la saga, la cual explica la división en episodios, actos o volúmenes. Por esto tratan de explicar, en este evento, los avatares iniciales del héroe en cuestión con sus implicaciones personales y su pasión por el oficio de luchador.

Ellos no tratan de hacer una historia apegada a la realidad de Jack Veneno que implica cuestiones más profundas en la investigación, y se van por el lado de la “inspiración”, punto que los hace rehuir de la obligación hacia la fidelidad y le ofrece un panorama de inventiva argumental.

Lógico, los rasgos esenciales deben ser abordados y mencionados para lograr el retrato de un héroe y una época que son esenciales para el tejido de la película. Aquí se visualiza la introducción que es dada por la llegada de un joven reportero a la casa del mítico luchador que, en la postrimería de su vida, trata de contar sus hazañas y verdades a este reportero.

Esta es la justificación para abundar en la historia misma de los inicios de Rafael Sánchez en su pueblo natal de San José de Ocoa donde va gestándose su visión de lo que permearía toda su vida: la lucha libre internacional.

Blanchard  quien ya había dirigido el documental “La Montaña” (2013), arremete con un vasto conjunto de imágenes (entre la nostálgica Santo Domingo y un estilo publicitario contemporáneo) para cubrir ciertas deficiencias en el manejo de la historia que se nota que tuvo que reducir su metraje para no cargar, argumentalmente, este episodio.

Su pericia en la publicidad y estilo videoclipero le ha proporcionado las herramientas necesarias para solventar ciertos obstáculos narrativos y visuales que le han indicado el mejor camino a recorrer. Aunque esto posiblemente también haya sido su traba a vencer pues esta debería marcar el tono visual de las demás entregas y en esta se interpreta como un pastiche de muchos estilos propuestos que toca hasta el cine de superhéroes.

El peso del elenco es vital para lograr los propósitos en cuanto a la reacción que el público toma frente a los personajes presentados. En este término la selección de Manny Pérez fue la más ajustada sólo si se piensa en las mismas tonalidades de expresión oral que posee con relación al propio Jack.

Frente a Manny está Pedro Sierra quien remite sus credenciales para desarrollar un personaje de igual importancia que del protagonista. Sierra define el mejor término de la némesis de Jack como Relámpago Hernández, pues no existiera Jack sin Relámpago.

Su destreza es que logra llevar toda la atención del público cuando empuja a su personaje por niveles insospechados, logrando una figura temida que adquiere toda su dimensión cuando se revela en los minutos finales del filme. De esta manera se declara un maniqueísmo primigenio que fue lo que caracterizó sus batallas dentro del cuadrilátero durante las jornadas de lucha en los años 70´s y 80´s.

Los demás del elenco adquieren su debida importancia gracias a la justa dimensión que se les ofrece dentro de la trama. Richard Douglas utiliza su pericia para reflejar a un Vampiro Cao que le ofrece un buen punto de apoyo al personaje de Jack, Yamile Scheker defiende muy bien su rol como doña Tatica, Ovandy Camilo, como el narrador Silvio Paulino, es el tono acertado que logra un humor empático que ventila muy bien el filme y Xiomara Rodríguez, como la madre de Relámpago, es la nebulosa que rodea a su hijo.

En este intento Blanchard ha asumido una primera batalla para llevar por buen término un filme que posee su propio peso y riesgo, cuestión que lo obligará a desarrollar mejores estrategias para las próximas entregas.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

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