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“Miriam miente”, tú, yo y los demás

SANTO DOMINGO.- Es reconocido que la cinematografía local todavía está en un proceso de búsqueda de temáticas que puedan retratar asuntos ya abordados en otras cinematografías regionales, como los dramas sobre la identidad, búsqueda de orígenes familiares o el abandono que sufren jóvenes por no tener acceso a condiciones sociales adecuadas.

Dentro de este universo contextual y nadando a contracorriente dentro de las propuestas alcanzadas en el cine dominicano, se encuentra un filme que, con una introducción clandestina, pliega todas sus intenciones en mostrar el factor de la identidad rozando los vicios culturales como la negritud, un detalle que todavía no se ha visibilizado en una correcta dimensión en el cine local.

“Miriam miente”, debut en el largometraje de ficción para Natalia Cabral y Oriol Estrada, quienes antes mostraron los formidables documentales “Tú y yo” (2014) y “El sitio de los sitios” (2016), vienen ahora con las voluntades de aproximarse a un tema neurálgico para entender el significado de un país caribeño de superficie negra y mulata, que lleva algunos tabúes con relación a la temática del color de la piel cuestión que restringe, en muchas ocasiones, los accesos a la movilidad social.

Miriam, de 14 años, conoce a su novio a través de la Internet que, sin intercambiar aún fotos, prefigura que su “príncipe” puede formar parte del modelo que toda niña de clase media imagina. Pero una vez que se citan para su primer encuentro, ella descubre que ese joven es negro. Sin todavía revelarse ante él, ella se marcha del lugar sin mediar palabras ni contacto personal para luego sentir una especie de contradicción, pues su familia espera que él esté presente en la cercana celebración de sus quince años.

El juego que Miriam hace es a través de una pequeña mentira, pero esta se convierte cada vez más grande que las convicciones que ella tiene de su propia identidad y la de sus anhelos de celebrar su cumpleaños.

Es aquí donde se inicia la travesía moral de Miriam que, a través de la mentira sobre la identidad de su novio, trata de no revelar a su madre su negritud. Esta situación sirve para dejar planteado su mundo ficcional que construye ante sí y ante su madre, mujer blanca, que la había procreado con un hombre negro.

La figura paterna gravita por momentos dentro de la narrativa sin que esto le imprima aspectos referenciales, pues al no estar junto a su madre, los parientes de ella no lo consideran importante, aunque para Miriam, este representa el vínculo más cercano con lo que ella reprime o no quiere reconocer.

Este quizás sea el aspecto más importante del discurso, el cómo se ve a sí misma Miriam, el cual no deja esclarecido si ella misma se asume como tal o solo pretende disimular su perfil dentro de una sociedad rarificada y prejuiciosa.

Mientras sus amigas preparan con entusiasmo la tradicional fiesta de los quince años, Miriam entorpece el encuentro con su familia y con sus amigas, aunque sólo lo revela a la más cercana de ellas indicando su propósito de falsedad.

En el aspecto visual el posicionamiento de la cámara (realizada por Israel Cárdenas) le imprime ese cuadro justo y dimensional de naturalidad, principalmente cuando Miriam está con su mejor amiga en la piscina o en la magnífica ambientación de la escena del acuario, teñido de color azul simbólico, de esa profundidad en la que ella se está internando.

La revelación de la joven Dulce Rodríguez como Miriam es la mejor carga emocional que posee el filme, pues su candidez y juventud definen muchos elementos importantes para la figura de su personaje. Además, el trabajo de Vicente Santos, Pachy Méndez y Frank Perozo son piezas importantes dentro de la trama.

Y es precisamente la escena de la fiesta en la que estos personajes y la trama tienen su mayor peso pues es el escenario sutil donde se revelan todas las contradicciones dentro de ese tradicional baile, -que estuvo ensayando durante toda la historia-, el cual se convierte en el marco para la preservación de un rito social decadente que solo ha servido para tapar las apariencias de una clase media que trata de simular un estatus económico que no posee.

Es en ese momento que se trata de vincular todos los presupuestos añadidos a la historia, pero, al no consumarse el anhelo de Miriam, queda un discurso bifurcado entre las intenciones de los autores y lo que en la película queda revelado.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

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