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“Mi Suegra y Yo”, el hastío no tiene fin

Las aparentes películas de Roberto Ángel Salcedo llegan a un punto de hastío por las condiciones mismas en que están realizadas tanto en argumento como en personajes.Foto: Miranda Films

SANTO DOMINGO.- Comedias van y comedias vienen. Es un círculo vicioso que no tiene fin. Y no es que esté en contra de este género. Es que los motivos para hacerlas son tan tontos que ya rebasan lo extremadamente posible para digerirlas.

Sentarse en una sala de un cine local para ver una de estas “comedias” es un sacrificio que, para quien escribe, ya le cuesta mucho sentirse cómodo.

Las aparentes películas de Roberto Ángel Salcedo llegan a un punto de hastío por las condiciones mismas en que están realizadas tanto en argumento como en personajes.

Su fórmula reciclada ya ha perdido todo sentido para lo cual ha sido diseñada. En su universo están los mismos personajes y situaciones: los tontos inútiles y llorones, las mujeres vacías y frívolas, sumado a las incoherentes situaciones que marcan un ritmo asincrónico.

“Mi Suegra & Yo” no escapa a nada de lo que he expresado anteriormente, pues es cada vez más los absurdos que se presentan en su discurso.

La idea para armar tal desazón parte de la historia entre Ernesto e Isabel la cual está marcada por la presencia de la madre de esta, doña Laura.

La suegra se convierte en esta historia en la amarga experiencia para ambos, puesto que ella gravita en todas las decisiones de la pareja desde que eran novios hasta su matrimonio.

Todo se complica cuando, por una precariedad económica (cuestión que nunca se llega a entender) decide mudarse para la casa de su hija recién casada junto a la sirvienta y su chofer.

Todo este absurdo trata de ajustarse a las más elementales situaciones que pueden definir a una adecuada comedia, pero lo que resulta es un revoltillo de situaciones, una detrás de la otra, complicando cada vez más el resultado final.

Para Charityn, este papel puede resultar un pasatiempo, pues se la pasa hablando hasta el hartazgo sin que su personaje declare algo sustancioso, Roberto se simplifica como el tontón de la obra (cuestión recurrente en sus películas), Manolo Ozuna aplica una rutina repetitiva y Cheddy García se afana por pegar una muletilla que molesta; y los demás actores y actrices son menos convincente que un brócoli.

Las razones por la cual Roberto sigue apostando por este tipo de comedias, él las sabrá mejor que todos. Su visión comercial está supeditado a lo que considera es más factible para este mercado, donde lamentablemente, su fórmula sigue creando ganancias.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

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