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“Biodegradable”, Santo Domingo (pasado-futuro)

Biodegradable presenta a un Santo Domingo visualmente ecléctico y funcional. Foto: Ruben Abud/Ojo de Pez Film House

SANTO DOMINGO.- El cine dominicano avanza. No importa las malas o buenas películas que se han hecho, se están haciendo o las que se seguirán realizando.

Lo importante es continuar con un proceso que no se debe detener y, en esto, cada director tiene su perspectiva de lo que se debe contar o lo que se debería ver dentro de este cine criollo nuestro.

La apuesta de género es una de esas vías válidas para fortalecer un cine dominicano que posteriormente se reinterpretará a sí mismo dejando huellas importantes en el camino.

Juan Basanta, un avezado realizador de videos musicales, documentales y comerciales, da su salto al largometraje de ficción. Su experiencia le ha dictado que ya era hora de avanzar dentro de su carrera para hacer aportes significativos al cinema nacional.

Junto a Marcel Fondeur, Basanta reestructuró una historia de ficción que hiciera Jorge Luis Núñez Pascual sobre la novela “Una Rosa en el Quinto Infierno” de William Mejía, la cual se convirtió en su base fundamental.

La historia de la novela se desarrolla en El Sisal, de la dictadura trujillista donde sus protagonistas, Rosa y Daniel, se ven impedidos de establecer sus relaciones amorosas; luego, por distintas circunstancias, ambos van a parar a este campo de concentración, una finca de cabuya, que tenía el dictador en el Sur de República Dominicana que, al mismo tiempo, funcionaba como un terrible campo de concentración para prisioneros desafectos al régimen.

Pero en Biodegradable su transportación temporal se desarrolla en el año 2031, con un Santo Domingo totalmente cambiado. A su vez, con diferentes crisis mundiales que destruyen el inestable sistema político actual, dejando como alternativa una nueva forma de gobierno.

Dentro de este contexto Paolo Blass es un personaje encargado de que este sistema funcione, teniendo a Aguasanta y Stefano Gravelli como sus colaboradores más cercanos.

Biodegradable obtiene su valor cinematográfico mayormente por su diseño y dirección artística, la cual está apoyada por un equipo de profesionales, en cada área, que le confiere, quizás, el mayor estándar técnico que una película dominicana haya tenido.

Dentro de este equipo se destaca la fotografía de Claudio Chea quien asume la responsabilidad de establecer los parámetros necesarios para obtener una visual de ese Santo Domingo futurista donde lo viejo se mezcla con lo nuevo dentro de un panorama ecléctico y funcional.

El uso de las locaciones le otorga a este filme un valor único de producción que lo eleva a hacia unos niveles por encima de los restantes filmes que se han producido en el país.

También son destacables los trabajos de Rafi Mercado en el diseño de producción, Jonathan Meléndez en los efectos visuales y Slobodan Strinic en el vestuario.

En el aspecto de su guión, el filme cae en algunas flaquezas por su interpretación de la misma historia y por el planteamiento de los personajes. La historia de Daniel y Rosa se aleja de las mejores intenciones de colocar su conflicto en un plano emocional más completo que pudiera tener conexión con las necesidades del público.

La mayoría de los personajes no poseen ese fin último y gravitan en un contexto poco profundo de justificaciones y objetivos.

Rayniel Rufino, Liz Gallardo, Liche Ariza, Hemky Madera, César Évora, Cecilia García, Paul Calderón y Ángel Haché toman sus distintos roles con la garantía de llevarlos hacia un punto funcional, aunque pocos logran este objetivo.

Pero lo que puedo distinguir de otros filmes nacionales es que Biodegradable posee en su estructura un punto subyacente que otros no han podido establecer, y es su metáfora y alegoría a situaciones actuales como la descomposición de los seres humanos vista en el espejo de un futuro no muy lejano; una relación que sobrevive a un mundo inhumano (tesis de muchas novelas de ciencia ficción) y la búsqueda del poder a través del control de los recursos energéticos.

La propuesta que hoy hace Juan Basanta se verá en un futuro como una referencia técnica de lo que se puede hacer en el cine criollo y ayudará a otros filmes venideros a elevar el nivel de producción para ofrecer mejores películas y para ser más competitivos en el mercado internacional.
Félix Manuel Lora/CINEMA DOMINICANO

 

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